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Cómo hacer enojar a un italiano

Italia
by Eva Sandoval 10 Apr 2014

Vas a escuchar claramente el enojo: ¡Me importa un carajo! La verdad es que eres un cretino. ¡Y qué sorete! ¡Te mataría con mis propias manos! ¡Anda a cagar! Vaffanculo!

Y también vas a ver el enojo. En las manos y en los ojos. Manos que se sacuden, las puntas de los dedos que rasguñan el mentón y los pulgares rastrillando la garganta. Las palmas palmean los bíceps. Los dedos índice y pulgar formar letras “ele”, se plantan sobre las caderas e indican el tamaño que alcanzará tu culo luego de la patada que vas a recibir.

A veces es difícil diferenciar si un italiano está muy enojado contigo o si, en realidad, está feliz de verte. Aquí, una guía de como poner incazzato a un italiano.

Ejercita tu derecho de paso.

Hay rumores que dicen que existen reglas de tránsito en Italia. De hecho, yo misma he visto señales de tránsito que establecen cosas como la velocidad máxima y los lugares donde está permitido estacionar. Pero una vez que los ciudadanos salen a la ruta, no hay señal ni regla que valga.

Vas a ver de todo. Idiotas que van a 150 kilómetros por hora en una sinuosa ruta de montaña, de noche, y que bajan la velocidad solo cuando pasan los detectores AutoVelox. Coches estacionados en la vereda. Motos que pasan automóviles por la derecha. Peatones que cruzan a toda velocidad y por cualquier parte, en calles con mucho tráfico, y que por supuesto pretenden que frenes para dejarlos pasar. Vas a frenar cada diez metros y si no lo haces, ¿qué eres? ¿un animal? Vaffanculo!

Es de lo que no hay. Y los oficiales de tránsito hacen su trabajo tan esporádicamente que cuando, después de un año de dejar tu auto estacionado en el mismo lugar sin moverlo ni una vez, recibes una multa por “estacionamiento ilegal”, te cae como un cross a la mandíbula.

Entonces, ¿qué leyes de tránsito se pueden quebrar? La respuesta es muy simple: puedes quebrar todas las leyes que quieras, mientras no te pesquen y siempre y cuando no hagas enojar al conductor del auto de atrás. También puedes cumplir las reglas de tránsito, siempre y cuando no compartas la calle con automovilistas apurados.

Los italianos manejan rápido, estacionan y cruzan la calle como cretinos, pero si te quejas -o si haces lo mismo que ellos-, tienes una pelea asegurada.

Omite el beso en la mejilla

La costumbre italiana es saludar a los amigos y a la familia con un beso en cada mejilla. Il bacetto.

A veces te sientes incómoda, o estás apurada y no tienes ganas de besar las mejillas de todos los presentes. Vas a ver caras amargas y luego vendrá la reprimenda: “Pensé que estabas enojada, no me diste un bacetto”.

Sugiere que otras cocinas nacionales son también deliciosas

La comida italiana es amada en todo el mundo y con razón. Y los italianos se sienten extremadamente orgullosos de su comida. Por eso, si insinúas que la cocina de otras culturas también es deliciosa, vas a recibir como respuesta un seco: “Tal vez, pero nada se compara con nuestra cocina”.

“Sí, pero la cocina mexicana también es riquísima. De hecho, es mi favorita”.

“No existe mejor comida que la italiana.”

“¿Pero probaste la comida mexicana?”

“No, pero no necesito probarla. Ya sé que la comida italiana es la mejor de todas.”

“La comida mexicana es deliciosa.”

“No tanto como la italiana.”

No te metas con su comida.

OK, podrán gustarte las cocinas de mierda de otros países, pero ni se te ocurra meterte con lo puro y santo.

Hay reglas estrictas para cocinar la comida italiana. Tradicionalmente, la pasta corta va con las salsas que tienen carne y la pasta larga va con mariscos. La pasta debe cocerse con una pizca de sal en el agua y hasta que esté al dente. De lo contrario, no es pasta. Es mierda.

Un amigo me invitó a cenar y nos distrajimos conversando mientras los rigatoni estaban en la olla. “Si se me pasan, ¡ME MATO!” (por suerte, los rigatoni salieron bien al dente).

Las recetas tradicionales no deben ser corrompidas. Nunca se debe cortar la pasta con cuchillo. Los mariscos y el queso jamás deben mezclarse, a no ser que agregues un poco de ricotta a un plato con spigola o camembert al estofado de mejillones. Pero aún estas adiciones son consideradas de vanguardia y aterrorizan a la mayoría de los italianos.

Y aunque los grandes chefs experimentan, emparejando por ejemplo ñoquis y mariscos, estas innovaciones deben ser hechas dentro de un estricto marco. Otro es el cantar cuando los italianos que viajan al extranjero prueban la “comida italiana”, bastardeada para satisfacer el gusto del país. No solo se horrorizan, sino que se sienten mortalmente ofendidos.

Una vez un amigo me pidió una receta simple de salsa italiana. Le mandé una de mi madre romana, spaghetti al pomodoro. Al día siguiente me agradeció, lo que me puso contenta…hasta que me contó que le había agregado pollo, maíz y queso cheddar. Fui corriendo al regazo de mi madre y las dos lloramos un buen rato. Y nos juramos no pasarle nunca más una receta.

Meterte con la comida italiana es una de tus armas más poderosas a la hora de molestar a un italiano. Por favor, úsala con cautela.

Mantén la reserva.

Comparados con la gente de otras culturas, los italianos son muy curiosos, casi indiscretos. No tienen problemas en preguntarte la historia de tu vida a los dos minutos de haberte conocido. “¿Cuántos años tienes? ¿Tienes novio? ¿Aún lo amas?”.

Una vez que te conocen, no es raro que empiecen a bombardearte con “consejitos” bien intencionados, tales como “No tendrías que usar tanto maquillaje”, “Tu piel está demasiado seca últimamente, tendrías que consultar con un dermatólogo”, “¿Por qué no sales esta noche y te acuestas con alguien? Es obvio que tus partes están un poquito oxidadas”, “Esos zapatos no van con esa ropa, ¿no tienes unos blancos?”, “Tu cocina está muy mal organizada”.

Vas a estar tentada de mandarlos a meterse en sus propios asuntos, pero no pierdas la educación y sutilmente sigue haciendo lo que estabas haciendo. Van a tratarte de “fría”, de “cerrada” y hasta de “ruda”. Y vas a quedarte pensando en por qué no es considerado rudo que alguien te salude con un “Estás más gorda que la última vez nos vimos”.

Di algo negativo acerca de la patria.

Italia, por si no lo sabías, es el mejor país que haya existido jamás. No hay ningún país como Italia. Tiene los paisajes más bellos y la comida más maravillosa. Es el lugar de nacimiento de todas las cosas buenas del mundo. De Italia vienen los mejores zapatos, la mejor música, la mejor ropa, los mejores autos…joyas, tecnología, cuero, telas, cerámicas y arte. Tiene la historia más rica. Y las iglesias más importantes. Las mejores hojas, la mejor harina y las sillas más elegantes.

Frases textuales de mi madre:

• “Esos zapatos son hermosos. Ah, son italianos, claro”
• “Ese negocio es perfecto para comprar regalos. Hay productos elegidos con buen gusto y dedicación, como en Italia.”
• “¡Ganamos el Mundial de Fútbol! Y sí, si somos el mejor país del mundo. El más hermoso. Tenemos los mejores jugadores ¡y ahora todo el mundo lo puede comprobar!”

Te desafío a que le digas a un italiano que Italia no es el mejor lugar del mundo. Aunque la mayoría esté convencida de que el país está arruinado: “Este país no es lo que era. Escapémonos de esta crisis económica infernal y vayámonos a un lindo lugar, como los Estados Unidos.”

Pero si tú, un extranjero, osas sugerir, susurrar o dar a entender algo negativo sobre la patria…¡prepárate! Yo te avisé.

Hazlos esperar.

Me gusta pensar a los italianos como una incomprensible mezcla de vagancia e impaciencia. Mientras están demasiado bien como para usar su dulce tiempo en hacer la mayoría de las cosas, puedes estar segura de que si los haces esperar -en una fila, en el correo, en un tren o en un embotellamiento-, las manos van a empezar a sacudirse y los tonos de voz van a subir.

El otro día estaba en un tren que se detuvo entre dos estaciones. Inmediatamente empezaron a sonar timbres en todos los vagones. “¿Qué pasa?” “¿Qué es esto?” “¡Queremos bajar del tren!” ¿Por qué no nos dan una explicación?” “¡Tenemos hambre! “¡Tenemos frío!”

Cualquiera que nos hubiera oído hubiera pensado que estábamos camino a un campo de concentración.

El Norte, el Sur, la misma cosa.

Italia tiene 20 regiones y 110 provincias, cada una distinta a la otra, con su comida típica, sus tradiciones, su acento y sus dialectos. Tradicionalmente el Norte, alpino e industrial, ha sido considerada la parte “civilizada” de Italia, mientras que el caos va aumentando camino al Sur.

A los italianos nos les gusta para nada que mezcles y confundas las regiones (carciofi alla giudia es un plato romano, ¿sí? No tiene nada que ver con Milán). Ni que generalices sobre “los italianos”.

Y sí, puedo ver el futuro. Docenas de comentarios en este artículo: “Ah, pero estás hablando de los italianos del sur. No somos así en el Norte.”

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