Salimos a hacer los mandados a la hora de la siesta.
Cuando los argentinos finalmente aprendemos que debemos hacer todas nuestras compras antes de las dos o después de las cinco, habremos pasado por lo menos seis meses yendo a la librería, al supermercado y a la biblioteca a las tres de la tarde (y despotricando contra los incomprensibles horarios laborales de los españoles).