1. La superposición de la materia en el espacio
A todos nos ha pasado. Se detiene el vagón del metro frente a nosotros y al abrir sus puertas vemos lo que se asemeja a un Tetris humano a punto de colapsar. Tus ganas de llegar a tu destino se contraponen con el sufrimiento que se observa del otro lado de las puertas. “De todas formas no entro”, piensas inocentemente al tiempo que otros individuos con más prisa van llegando para fusionarse con la masa humana. Entran uno, dos, diez… y tú miras perplejo como la formación se mantiene sin desbordarse por las ventanas.
¿Cómo le hacen? ¿Qué no tienen clavículas? ¿Hay suficiente aire para todos ahí adentro? Una vez que entiendas que dos, tres y hasta cinco cuerpos pueden ocupar el mismo espacio en el subterráneo de la ciudad —por peculiaridades del tiempo-espacio, supongo— podrás hacer uso del Metro como es debido. Pronto aprenderás a sumir la panza para que no te apachurre la puerta, disfrutarás de la libertad de no tener que agarrarte del tubo y hasta te podrás echar una pestañita mecido por los acelerones y enfrenones del trayecto.