Durante muchos años me ponía excusas para no viajar fuera del país. Que era muy caro, que tenía que terminar de estudiar primero, que hacía frío, que hacía calor.
Pero la verdad es que tenía miedo de volar. Y solo lo acepté una vez que mi deseo de conocer el mundo fue más poderoso que mi temor a estar sobre las nubes en un sorbete de acero. Ahí fue cuando tomé un par de martinis y abordé por primera vez un avión para viajar fuera de los Estados Unidos.
Me di cuenta de que, en realidad, no había nada que temer. Desde aquel primer triunfo, me he convertido en un ávido viajero internacional. Aún así, cada vez que tengo que volar me pongo nervioso, por lo que a lo largo de los años he dado con estos cinco trucos que me ayudan a disminuir la ansiedad.