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10 cosas a las que te volverás adicto cuando vivas en Santiago de Chile

Santiago
by Silvana Spadafore 10 Mar 2016

1. A comer completos.

No importa la hora del día, ni la temperatura. No importa si ya estás por almorzar o si recién lo hiciste, ¡siempre es un buen momento para comer un completo! Los completos son los “perros calientes” o “hot dogs”, pero aquí se comen bien “completos”. El clásico es el italiano: pan, salchicha, tomate, mayonesa y mucha palta.

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2. A que todo venga con mucha (muchísima) palta.

Fruta estrella del país en general, en Santiago viene en todo, por ello, poquito a poco se hace parte de tu vida. Y de pronto un día te levantas y eres adicto. Adicto a comer palta en el desayuno con una buena marraqueta (pan típico), al sushi envuelto en palta y no en algas, a la palta en tu hamburguesa y como acompañamiento de todo y en cantidad. No importa qué, pero que siempre tenga palta.

3. A la adrenalina que producen los temblores.

Cuando vives en una ciudad sísmica al principios no sabes qué sucederá…luego sientes el primer temblor y te da el pánico, al segundo ya entiendes que el lugar más seguro es quedarte en donde estés y, después del tercero, empiezas a disfrutarlo un poquito. La adrenalina corre por tus venas y no sabes si esperar lo peor o si lo peor ya pasó en otro lado. Te mantienes atento y expectante; y sabes que si fue un temblor grande las réplicas están por comenzar y tu día rebosará de adrenalina.

4. A llevar a todas las visitas a comer al Mercado Central.

Lugar icónico y tradicional de la ciudad de Santiago, allí está el mercado de pescado fresco más grande de la ciudad. La primera parte del recorrido es andar entre los puestos observando las extrañas criaturas salidas del Pacífico. No son simples pescaditos, ya que algunos están vivos aún. La segunda parte del tour es ingresar al centro del mercado donde se encuentra una gran variedad de restaurantes que ofrecen cartas para todos los gustos. Es imposible irse de ahí sin comer una empanada de camarón-queso.

5. Al vino tinto.

En un país vitivinícola por excelencia, Santiago se destaca por contar con una amplia oferta de vinos para todos los gustos y bolsillos. Aquí no se va a una cena sin llevar una bebida de vino tinto, un poquito para acompañar y un poquito para degustar. Y así sin darte cuenta, pasas de tomar una copita a tomarte dos y en un par de meses no puedes pasar por una tienda sin llevarte tu tinto preferido.

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6. Al pisco.

Más allá de las eternas discusiones sobre si el Pisco es peruano o si es chileno, aquí siempre hay un “pisco sour” (pisco con limón y azúcar) o una “piscolita” (pisco con gaseosa cola) para tomar. Es la consumición que te dan a la entrada de una disco, es la bebida más accesible (después de la cerveza, claro), pero con fuerte nivel etílico; es la bebida del pueblo. No hay reunión que no amerite llevar un Pisco o una “promo” (un Pisco y una bebida cola).

7. A la vista de las montañas.

Son hermosas e imponentes, y mires para donde mires siempre habrá una. En verano o en invierno la vista del paisaje es maravilloso. El tiempo pasa y ellas siguen ahí. Nunca te cansas de observarlas.

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8. A dominguear en el mall.

Santiago duerme los domingos, está todo cerrado menos los parques y los malls. Si el día no amerita para ir a tomar aire, el domingo se pasa en el mall. Hay de todos los tamaños y en todas las comunas. Con cine, con restaurantes, con bares, con juegos y hasta con un mirador a 300 metros de altura. Si no sabes dónde está la gente de la ciudad, acércate a cualquier mall y allí encontrarás a muchos: comiendo, comprando, mirando o pasando el rato.

9. A pasar tu fin de semana largo de septiembre de fonda en fonda.

Todos los 18 y 19 de ese mes, en Chile se conmemora la Primera Junta de Gobierno, es así que en cada comuna se organizan esta suerte de reuniones donde se comen cosas típicas, se bebe chicha y vino tinto y se baila cueca, el típico baile folklórico chileno. Si la fonda es grande seguro habrá números de jinetes a caballo, carreras y demostraciones varias. La gracia del fin de semana es recorrer todas las fondas posibles.

10. ¡A que no haya humedad!

Para aquellos que venimos de ciudades muy húmedas, cuando te instalas en Santiago no pasan ni dos días que ya amás este clima seco. Nunca hace un calor de morirse, nunca tienes el pelo inflado como un león, nunca te dolerá una vieja lesión en un día de lluvia. Dos semanas en Santiago y es mi mayor adicción… me declaro adicta a la no humedad.