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11 defectos cordobeses que al resto del mundo le gustaría tener

Córdoba
by Silvana Spinelli 22 Aug 2018

¡Ninguno!

Si nos preguntás a los cordobeses qué defectos tenemos, seguramente lo primero que te vamos a responder es: “ninguno, los cordobeses somos perfectos”. A primera vista podés pensar “¡qué arrogantes!”, pero ¿a quién en el mundo no le gustaría tener una autoestima tan sana? Eso sí, los cordobeses vamos por la vida con la cabeza en alto, pero jamás con la nariz parada, no te confundas.

Nunca aprenderemos tu nombre.

Por más que insistas en recordárnoslo, no vamos a llamarte ni por tu nombre ni por tu apellido. Para nosotros serás “Cara e pipa”, “Pan triste” o el “Gordo cara e’ mordisco”. Te llamaremos según tu cualidad más sobresaliente para que nadie te confunda. Cuántos Juanes desearían dejar de ser solo otro “Juan” en este planeta. Vení a Córdoba que personalizamos tu imagen. Así fue el conocido caso de un Juan al que rebautizamos “Mocuco”, mezcla de mono con cuco.

No nos tomamos nada en serio.

Ni la muerte. Se cree que lo de reírse en los velorios arrancó en Córdoba y se viralizó.
Según el mito urbano, los cordobeses de la época colonial no contrataban lloronas, contrataban reidoras. Córdoba posee una sabiduría ancestral que pocos conocen: la risa es el mejor remedio para el alma. Así que, si hay que irse de este mundo, mejor es irse riendo.

Somos confianzudos.

Si cambiarle el nombre a la gente te parece un poco atrevido de nuestra parte, todavía no viste nada. Los cordobeses nos invitamos solos a una fiesta, o nos colamos. Si llegamos a tu casa, seguramente lo primero que vamos a hacer es stalkearte la heladera y servirnos algo si nos apetece. Pero tranquilo, te vamos a convidar. Lo importante es que nos atendemos solos, no somos de causar molestias a los dueños de casa…

Somos caravaneros.

Se sabe cuándo el cordobés sale, lo que no se sabe es cuándo regresa. La caravana promedio de un cordobés se compone de previa + baile/boliche/fiesta + after, y después del after entramos en una dimensión gris de la que nadie se acuerda. Durante el trance, se consumen grandes cantidades de fernet con coca. Al día siguiente, o a los pocos días, según dure la fase gris, estamos 0km para volver a arrancar. Ya quisieran los japoneses tener esta autodisciplina.

Somos muy exagerados.

Para los cordobeses, un invierno no es sólo un invierno, es un inviernón, sobre todo cuando llega la factura del gas. Una fiesta no es una fiesta más, es un fiestononon (se agregan tantos non como buena haya estado la joda). Es que en la exageración reside la alquimia del cordobés: podemos convertir el peor de los días, en la mejor de las anécdotas.

Somos “jetones”.

Reconocerás al cordobés porque habla dos decibeles más altos que el común de los seres vivos. Este volumen aumenta de manera directamente proporcional a la edad, y alcanza niveles nocivos para la salud en zonas agrícolas con descendencia directa de italianos. Cuando ‘la nonna’ habla, el pueblo se entera. Pero esto nos sienta de maravilla, porque, ¿quién quiere pasar inadvertido en esta vida que es tan corta?

Somos impuntuales.

Mientras que en el resto del mundo se cena a las 7 de la tarde, en Córdoba cenamos a las 10 de la noche. Pero si querés cenar a las 22, nos tenés que invitar a las 19. Tal vez sea porque el tránsito de Córdoba es más lento que patada de astronauta, o porque el transporte público tiene menos frecuencia que las buenas noticias. Ya lo ven, no es necesario visitar un templo budista para desarrollar paciencia infinita, solo hay que ir a la parada del 25 un domingo a la tarde.

Somos surrealistas.

Evidentemente, nuestros relojes son de plastilina pero además llevamos el arte de vanguardia en la sangre. Somos una provincia sin salida al mar, y sin embargo construimos un faro en el medio de la ciudad. ¿Para iluminar a quién? A los “barcos que se estrellan en la nada”, diría Fito. Otro ejemplo emblemático está en Capilla del Monte: donde cualquiera ve una roca, nosotros vemos una icónica y majestuosa obra escultórica de la Madre Naturaleza con forma de zapato.

Somos descaradamente seductores.

Nuestro sentido del humor nos hace irresistibles. Dicen que los cordobeses tenemos “chispa”… Lo que no saben es que provocamos incendios. Además, la poesía brota de nuestros labios, será por eso que nos dicen ‘verseros’. Somos jardines floridos, somos los más picantes para el levante, somos ladrones de belleza… Con tanta gracia natural y nuestra infinita paciencia (cultivada a base de esperar el 25) podemos conquistar hasta los más difíciles corazones.

Siempre tenemos que tener la última palabra.

Y generalmente, es el remate. ¡Ah re!