Cuando Cuauhtémoc se entregó a Cortés en Tenochtitlan, ya todo estaba perdido: la gente moría de hambre y la enfermedad se extendía como una plaga nunca antes vista. La caída de la gran capital mexica era inminente.
Una vez que Cortés tomó el control de la ciudad, se dirigió al sur para someter más ciudades, pero la fatiga y el desconocimiento del terreno eran cada vez mayores y los españoles comenzaron a desesperarse. Fue así como, en las selvas del sur, Cuauhtémoc vio una oportunidad para desorganizar al ejército de Hernán Cortés o incluso derrotarlo.