1. Hacer el primo
Todos hemos pensado alguna vez —porque, ejem, es verdad— que en la realeza están todos emparentados, que son todos primos. Ellos también parecían saberlo, y alrededor del siglo XVIII y XIX era como se llamaban los Grandes de España entre ellos. No de forma coloquial («eh, primo, deja que te cuente»), sino como fórmula de tratamiento más protocolaria. Esta fórmula iba en las cartas, que se encabezaban con frases tipo «Señor Primo:».