En enero, la joven activista por el clima Greta Thunberg fue invitada a hablar en el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza. Mientras los principales líderes mundiales llegaban en avión —la mayoría en jet privado— ella lo hizo en tren, dejando a todos en evidencia. El viaje desde Estocolmo, Suecia, hasta Davos le llevó 32 horas. Y no lo hizo porque tenga miedo a volar o porque le encante la tranquilidad de los trenes: lo hizo (y lo hace siempre que es posible) porque los aviones son terriblemente contaminantes.
Un ejemplo: 1000 kilómetros en avión son 158 kg de CO2; en tren convencional, 29,8; en tren de alta velocidad, solo 9,7. (Calculado en ceroCO2).
No es ella la única que ha empezado a cambiar avión por tren: en su país natal, donde sus viernes por el clima (los estudiantes hacen huelga los viernes para pedir medidas contra la emergencia climática, porque consideran que no tiene mucho sentido estudiar si no van a tener futuro) tienen muchos seguidores, el mensaje de que cada viaje en avión es como clavarle un puñal a nuestro planeta ha calado ya tanto que han incluso acuñado una palabra nueva: flygskam, que se podría traducir como “vergüenza de volar”. Tomar un avión empieza a ser algo tan censurable (y que, por lo tanto, nos da vergüenza hacer) como tirar basura por la ventana o ir a un parque nacional y prenderle fuego.
El movimiento ha hecho que muchos suecos vuelvan a lanzarse a viajar en tren para trayectos que en otra ocasión habrían recorrido en avión. Este tågskryt, o “presumir de viajar en tren”, empieza a notarse también en los datos económicos. Como recoge este artículo en PuroMarketing, durante el primer trimestre del año el tráfico aéreo en Suecia cayó un 5%. Por su parte, la compañía sueca de ferrocarril, SJ, cerró esos primeros tres meses de 2019 con récord de pasajeros.
Medidas gubernamentales
En algunos países, además, han empezado también a darse cuenta de que no tiene mucho sentido tomar algunas medidas medioambientales como reducir o incluso prohibir los coches en el centro de las ciudades si después la gente decide montarse en un avión para trayectos muy cortos. Tanto el parlamento holandés como el francés han propuesto (no son todavía medidas aprobadas) prohibir volar entre lugares que estén a menos de tres horas de tren.
En el movimiento se ha colado incluso una aerolínea, KLM. No se sabe si como inesperada maniobra de marketing o por una preocupación real, a finales de junio, el CEO de la compañía holandesa, Pieter Elbers, publicó una carta abierta en la que invitaba a los viajeros a “tomar decisiones responsables sobre los vuelos”.
Es parte de una campaña más amplia llamada Fly Responsibly (vuela de forma responsable) en la que, además de detallar qué están haciendo ellos como aerolínea para hacer de los vuelos algo más sostenible, explican qué podemos hacer nosotros como viajeros: compensar nuestra emisión CO2 de cada vuelo (esta opción la ofrecen ya muchas aerolíneas: pagas más y ese extra se destina a proyectos de reforestación, por ejemplo), explorar otras alternativas de viaje (sí, una aerolínea nos dice que a lo mejor es más recomendable viajar en tren) o hacer cosas tipo viajar ligero (menos peso, menos emisiones), ir a alojamientos sostenibles o directamente no viajar. A veces, si es por ejemplo para una reunión de trabajo, todo se puede hacer igual de bien mediante videollamada.
Cómo viajar de forma más verde
El tema es complicado. Empezar a entender que muchas veces viajar para explorar y conocer mejor este mundo que tanto amamos contribuye a su destrucción es bastante duro. Además, no siempre tenemos el tiempo necesario para recorrer un continente en tren y no siempre tenemos el dinero, porque los trenes son de momento mucho más caros. En otras ocasiones, el transporte terrestre es simplemente imposible porque hay que cruzar un océano y ahí el avión es mejor que muchas opciones por mar (los grandes buques y los cruceros son lo peor desde un punto de vista medioambiental).
Si al final acabamos optando por el avión, y sintiendo ya toda la culpabilidad, lo más recomendable es, como proponía KLM, calcular la huella de carbono del viaje y neutralizarla. Si la aerolínea no ofrece esa opción al comprar el vuelo, puedes hacerlo en páginas como ceroCO2 o Carbon Footprint.
Algunas otras medidas que puedes tomar en tus viajes (y en casa):
- Reduce al máximo tus residuos. Reciclar está muy bien, pero es mucho mejor directamente no generar basura. Viaja siempre con una botella reutilizable (puedes pasarla vacía por el control de seguridad y rellenarla al otro lado; en esta web puedes buscar dónde hay fuentes en el aeropuerto en el que estás) y algunas bolsas de tela (te servirán para compras, la ropa sucia, envolver cosas…). Cambia los geles por pastillas de jabón (¡también hay champú sólido!): menos plástico y menos problemas con el equipaje de mano. Si menstrúas, pásate a la copa menstrual.
- Compra siempre que puedas en local y pequeño comercio.
- Busca alojamientos que hacen gala de lo verdes que son.
- Comparte en redes qué cosas has ido cambiando. Un poco por presumir, un poco por si inspiras a alguien a viajar de forma más consciente también.
- Usa crema solar que no dañe el océano. ¡Las hay!
Cuidar al planeta es mucho más fácil de lo que crees. Por si en algún momento flaqueas y te preguntas por qué es necesario tanto esfuerzo, te dejo dos imágenes que espero que se queden en tu retina.
Este mar de plástico en Santo Domingo:
Santo Domingo lucha contra un mar de #plástico. pic.twitter.com/B6ycDHSUco
— AMBIENTE EUROPEO (@ambienteeuropeo) July 23, 2018
Esta foto de Steffen Malskaer:
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Una publicación compartida de Fridays For Future Roma (@fridaysforfuture_roma) el
Es importante seguir teniendo planeta y seguir existiendo para poder seguir viajando.