Cuando Hernán Cortés llegó a Tenochtitlan, Motecuhzoma ordenó que se le engalanara con collares de flores a él y sus principales, así como también que una comitiva de canoas repletas de flores le siguieran en su trayecto durante la entrada a la ciudad.
Cortés relata y cree que se le dio el trato de un dios, pero la verdad es muy distinta: la higiene de su ejército podía percibirse por su olor a guerra, a sangre y a sudor impregnados de días. Ya se sabe que las costumbres de limpieza de España y del Anáhuac eran realmente contrastantes. Para Cortés su higiene era normal, para la nobleza mexica no precisamente (aquí puedes leer más sobre los hábitos de higiene prehispánicos).