«El Quijote empleó casi 23.000 palabras diferentes. Hoy un ciudadano medio utiliza 5000». Con esta afirmación tremendamente tuiteable tituló El Mundo en 2015 una reseña sobre El pequeño libro de las 500 palabras para parecer más culto, de Miguel Sosa. No sé cuánta gente acabaría comprando el libro, pero seguro que muchas menos personas que las que compartieron el titular en redes sociales.
El mensaje está claro: cada vez hablamos peor.
Pero ¿cuánta verdad hay en esa afirmación? Y, sobre todo, ¿tiene sentido comparar el número de palabras diferentes que usa una obra literaria con lo que se supone que usa un hablante? Vayamos por partes.