El Templo de Santo Domingo guarda una de las más hermosas capillas del mundo, dedicada a la Virgen del Rosario, protectora de los navegantes y benefactora de la Ciudad de Puebla.
Con su dorado encanto barroco, se le conoce como “el relicario de América”, nombre que le fue dado en 1979 por el Papa Juan Pablo II, quien durante su primera visita a México pudo conocerla y admirarla.