La historia de México se ha sorbido en las cantinas, lo mismo que el desamor, las victorias y las derrotas. Las cantinas más antiguas de la ciudad son un pedazo de historia viva, un motor para la convivencia y siguen siendo un semillero de las mejores anécdotas.
Las primeras regulaciones para la venta de licor datan de 1529 y son resultado de un intento de prohibición. Los conquistadores vieron una amenaza en el consumo de pulque y otras bebidas alcohólicas y embriagarse pronto se volvió inaceptable, especialmente para el nuevo orden religioso que era el principal promotor de esta prohibición. Desde luego, la medida fue rechazada por indígenas, mestizos y criollos que, sin importar su origen social, mantenían un gusto arraigado por el alcohol que les hacía olvidar un rato sus penas.