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Los 9 peores tipos de hombre argentino

Argentina
by Verónica Roselló 15 May 2014
El chanta

Lamentablemente, un tipo de hombre argentino conocido mundialmente. El chanta es de lo peor: mentiroso, engañador, inescrupuloso y estafador pero…también es muy simpático. Transgredir la ley y las normas no es un delito sino una “avivada” porque, para el chanta, nada es del todo grave. Todo lo que pueda hacer para reducir el esfuerzo al mínimo y obtener el mayor beneficio posible –aunque sea a costa de perjudicar al otro- es válido.

El futbolero

Este es el tipo que grita «¡Daaaale Boooocaaaa, vamos campeóoon!»cada vez que tiene un orgasmo. De su cuello cuelga una medallita con el escudo de su equipo y, en alguna parte de su cuerpo, tiene tatuado el nombre del club de sus amores. No se acuerda de tu nombre,pero sí sabe de qué club sos hincha. Conoce en detalle los pormenores del torneo y lo más importante: si su equipo pierde, lo invade una profunda depresión que puede llegar a durarle varios días.

El sabelotodo

Es la máxima expresión de la arrogancia argentina. Es especialista en todos los temas que se conversen: sabe de economía, de política, de fútbol, de negocios, de cocina, de medicina, de mecánica, de seguridad, de lo que sea. Para todo tiene una respuesta brillante, inteligentísima e inmejorable. Los demás son todos unos boludos. Lástima que nadie lo llame para arreglar los problemas del mundo…

El macho

Es ese argentino cuya principal preocupación es que quede claro que no es gay. Por eso sobreactúa cualquier situación que lo muestre como un verdadero varón o, por el contrario, que ponga en duda su virilidad. Adora narrar con lujo de detalles sus aventuras sexuales ante quien esté dispuesto a escucharlo. Porque macho se nace, no se hace.

El ganador

No hay mujer que se le resista al “winner” o “langa” (galán al revés). Es un especialista en la conquista amorosa y conoce todos los trucos para que su presa caiga rendida a sus pies. Discípulo de Giacomo Casanova, su lema es que en el amor, como en la guerra, todo vale. Agenda a sus conquistas en su celular, incluyendo descripciones físicas. Morocha linda, abogada tetona, rubia simpática…pues los nombres no los recuerda, pero los cuerpos no los olvida.

El pibe trosko

Su trabajo es ser estudiante. Ya pasa largamente los 30 años y sigue cursando materias de segundo año de la carrera universitaria que comenzó a los 18. Usa remeras con el rostro del Che Guevara y camperas de jean viejas y gastadas. Milita políticamente en alguna agrupación de izquierda trotskista y sus días transcurren en el patio de la universidad pintando carteles en contra del capitalismo, del Fondo Monetario Internacional, de las empresas multinacionales, de las petroleras, de los shoppings, de los gobernantes, de los rectores universitarios, y de todo contra lo que considera necesario oponerse, que es… casi todo.

El Ecosensible

Visto sobre todo en Buenos Aires, este amante de la naturaleza vive en medio de una ciudad ruidosa y sucia, pero no le teme a andar en bici, esquivando autos mientras respira monóxido de carbono. Si necesita dinero, se va a hacer malabares en las esquinas a cambio de algunos pesos; si no, pasa sus días fumando porro en algún parque rodeado de amigos y amigas con los que ensaya sus rutinas circenses.

El amante de su auto

Su vehículo es una extensión de su propio cuerpo. Lo asea, lo lustra, lo perfuma y lo embellece tanto como a él mismo. Lo cuida más que a su propia familia y sus hijos pueden subir a su auto siempre y cuando cumplan con sus estrictas normas. Los domingos se los dedica a su auto, haciendo largos paseos a baja velocidad por costaneras y avenidas.

El cuenta-historias

No se sabe si tiene muchos amigos, pero sí que todo lo que cuenta “le pasó a un amigo” o “a un amigo de un amigo”. Al amigo de un amigo lo traicionó la novia con su propio hermano. A otro le quisieron robar el auto y escapó por una autopista de contramano. Otro amigo fue a un recital de Aerosmith y subió al escenario. Son historias con toques fantásticos e increíbles, pero que este personaje sabe contar y hacer interesantes. Creo yo, no sé, porque me lo contó un amigo.