Las historias de palabras son siempre fascinantes. Estas en particular muestran a qué debe aspirar todo creador de una marca: a que el producto tenga tanto éxito que quede para siempre unido a ese nombre registrado, hasta tal punto que la gente empiece a decir esa palabra para referirse a ese objeto… aunque este sea de otra marca. Ahí la marca registrada pierde la mayúscula y se convierte en un nombre de uso común. Suponemos que los creadores sentirán entre orgullo y rabia al ver cómo el nombre que ellos inventaron se usa a veces incluso sin recordar que era una marca. Estos son algunos ejemplos de marcas que ya son palabras de uso común.
1. aspirina
La pildorita que durante muchos años fue —y, dependiendo de a quién le preguntes, aún es— el remedio estrella contra casi cualquier mal menor. Consiguió que seamos capaces de decir «ácido acetilsalicílico» sin pestañear y como si fuésemos químicos. Su origen es la marca Aspirin, registrada a finales del XIX por la farmacéutica alemana Bayer. Llamaron así a la píldora usando la a de acetilación y spirea, nombre de la planta de cuyas flores se extraía el ácido acetilsalicílico. El sufijo -in (en castellano -ina) era y es común en muchos productos farmacéuticos. La marca Aspirina sigue siendo de Bayer, pero ahora cualquier laboratorio puede fabricar pastillas de ácido acetilsalicílico o, lo que es lo mismo, aspirinas.
2. velcro
¿Alguna vez has ido a pasear por el campo o el monte y has vuelto con la ropa llena de bolitas de cardo? De aquí nació la idea de este tipo de cierre formado por dos bandas de tela. La iluminación la tuvo el suizo George de Mestral, que siempre pasaba un buen rato desenganchando las bolitas de sus pantalones y del pelo de su perro cuando volvían de dar un paseo. Llevó la idea a varios expertos en textiles y en general pasaron de él, pero un tejedor de Lyon recogió el testigo y consiguió desarrollar lo que hoy llamamos velcro. Velcro fue la marca bajo la que se registró el invento a mediados de los cincuenta; la palabra une los dos elementos con los que funciona el velcro: velours (‘felpa’, ‘terciopelo’) y crochet (‘ganchillo’).
3. bótox
En el diccionario de la RAE desde 2014, el bótox es una «toxina bacteriana usada en cirugía estética» (aunque sus usos van más allá: como lo que hace es impedir la transmisión del estímulo nervioso y bloquear la acción muscular se utiliza también para tratar afecciones de origen neurológico como distonías, espasmos, dolores o migrañas, entre otros). La palabra bótox viene de la marca americana BOTOX, nombre bajo el que se registró y aprobó en Estados Unidos en 1989 la toxina botulínica (en inglés onaBOtulinumTOXina) para uso terapéutico. Es, por cierto, la misma toxina que produce el botulismo.
4. vaselina
El inventor de la vaselina, o por lo menos quien patentó la sustancia en 1872 bajo el nombre Vaselin, fue el químico estadounidense Robert Augustus Chesebrough. La palabra es un compuesto de Wasser (‘agua’ en alemán) y el griego έλαιον (elaion, ‘aceite de oliva’).
5. Celofán (y celo)
El nombre de esta «película transparente y flexible» viene de la marca suiza Cellophane, registrada en 1908 por Jacques E. Brandenberger. Creó el nombre de la marca uniendo los elementos cellulose (‘celulosa’) y diaphane (‘diáfano’), ya que esa película, el celofán, se obtiene por regeneración de la celulosa. La cinta adhesiva a la que llamamos celo viene también de aquí.
6. termo
Sería fácil concluir que si llamamos termos a los termos, esos recipientes que mantienen durante un tiempo la temperatura la bebida o comida que guardamos en ellos, es porque tiene sentido etimológico: el griego θερμός, thermos, significa ‘caliente’. Sin embargo, la palabra y el objeto fueron unidos por el alemán Reinhold Burger en 1903, que patentó un tipo de recipiente aislante que se podía usar en la vida diaria (hasta entonces lo que había era para uso científico) y registró la marca Thermos. Durante unos años la rama americana de la compañía buscó conseguir que la palabra thermos se convirtiese en algo de uso común incluso para recipientes de otras marcas. Y lo consiguieron, solo que cuando empezó a parecerles que no era tan buena idea y quisieron proteger más el nombre (llegaron a quejarse a los editores de diccionarios), pero era demasiado tarde.
7. claxon
Ya casi nos hemos olvidado de que existe un sinónimo, bocina, que sería lo que utilizaríamos de forma mayoritaria si no fuese porque una compañía americana, Lovell-McConnell Manufacturing, compró los derechos del invento (había sido patentado en 1908) y lo llamó klaxon, registrando la marca. El nombre viene del griego κλάζω (klázō, ‘producir un sonido agudo, gritar’).
8. neopreno
El primer neopreno, inventado por la empresa DuPont en 1930, no era del todo perfecto. Lo llamaron DuPrene, pero no tuvo mucho éxito porque tras el proceso de fabricación el material quedaba con cierto mal olor. Lo mejoraron, eliminaron el olor y redujeron los costes de producción a la mitad y empezaron a venderlo a compañías que fabricaban el producto final (y solo a estas compañías se les permitía usar el nombre DuPrene). Pero como en realidad DuPont solo fabricaba el compuesto y no el producto final, acabaron por eliminar la marca y registraron en su lugar Neoprene, cambiando el Du que remitía a DuPont por Neo. La segunda parte, -preno, viene de propileno.
9. clínex
Viene, y esto creo que lo sabemos todos, de la marca Kleenex. La historia de los pañuelos desechables empezó en 1914, cuando la compañía Cellucotton Products Company (ahora Kimberly-Clark) desarrolló un tipo de celulosa que sustituyó al algodón en las mascarillas de gas. Después, ya sin guerra, empezaron a darle salida al material en forma de toallitas limpiadoras de maquillaje y otros productos de higiene femenina. En este momento, la marca era Kotex. Mucha gente les sugirió empezar a comercializar pañuelos de este material (ya lo usaban para sonarse si lo tenían a mano) así que lo hicieron. Lo llamaron Kleenex, un compuesto de clean, ‘limpio’, y el -ex de la marca anterior, Kotex.
10. michelín
Tampoco aquí hace falta mucha explicación: todos tenemos en mente cómo es el muñeco de la marca francesa de neumáticos Michelin (que, por cierto, se llama Bibendum). La idea de la mascota era que representara a alguien hecho de neumáticos, pero todo el mundo vio el inquietante parecido con las lorzas de carne que se nos forman en la barriga cuando tenemos unos kilos de más (o cuando nos sentamos). Siglo y pico después, esos pliegues de carne se llaman michelines.
11. fotomatón
Esas cabinas en las que todavía nos gusta meternos y hacernos fotos instantáneas fueron un invento del fotógrafo siberiano Anatol Josephewitz. Recorrió medio mundo: emigró a Estados Unidos, volvió a Europa y vivió en Budapest, volvió a Siberia, se mudó a Shanghai —atravesando toda China— y, finalmente, volvió a Estados Unidos, a Nueva York, donde gracias al dinero de un préstamo y sus ahorros instaló la primera cabina de fotos. En ese momento, 1925, la llamó y patentó como Photomaton. Fue un exitazo instantáneo y en pocos años todo el país estaba lleno de cabinas. Anatol, que había cambiado su apellido a Josepho, tuvo también momentos oscuros cuando vendió las máquinas y patentes por un millón de dólares y decidió donar la mitad a la caridad: los medios lo tacharon de comunista (no olvidemos que era ruso).
12. jacuzzi
Aquí no hay mucha historia: Jacuzzi es como se apellidaban los hermanos italianos que inventaron la bañera de hidromasaje. Lo hicieron en 1956, emigrados en Estados Unidos. El responsable fue Candido Jacuzzi, que la creó para aliviar la artritis reumatoide de su hijo.