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¿Qué manifestaciones culturales mexicanas son Patrimonio Inmaterial de la Humanidad?

México
by Laura Bernhein 20 Mar 2017

Según la UNESCO, el patrimonio inmaterial es «todo aquel patrimonio que debe salvaguardarse y consiste en el reconocimiento de los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas transmitidos de generación en generación y que infunden a las comunidades y a los grupos un sentimiento de identidad y continuidad, contribuyendo así a promover el respeto a la diversidad cultural y la creatividad humana».

Aquí pueden leer más sobre el tema, pero mientras tanto les cuento que México tiene siete manifestaciones culturales inscritas en la lista de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Aquí les muestro cuáles son, para que las sigamos celebrando y honrando todos los días.

 

La tradición gastronómica de Michoacán cocina tradicional mexicana, cultura comunitaria, ancestral y viva. El paradigma de Michoacán.

La UNESCO ha reconocido a la cocina tradicional mexicana como un modelo cultural completo que comprende no solo el producto final, sino actividades agrarias, prácticas rituales, conocimientos prácticos antiguos, técnicas culinarias y costumbres y modos de comportamiento comunitarios ancestrales.

La UNESCO ha considerado que “los elementos básicos del sistema son: el maíz, los fríjoles y el chile; métodos de cultivo únicos en su género, como la milpa (cultivo por rotación del maíz y otras plantas, con roza y quema del terreno) y la chinampa (islote artificial de cultivo en zonas lacustres); procedimientos de preparación culinaria como la nixtamalización (descascarillado del maíz con agua de cal para aumentar su valor nutritivo); y el uso utensilios especiales como metates y morteros de piedra. A los productos alimentarios básicos se añaden otros alimentos como los tomates, las calabazas, los aguacates, el cacao y la vainilla”.Otro elemento que se ha tenido en cuenta es el simbolismo de ciertos alimentos, como los tamales y las tortillas, que son consumidos regularmente, pero que también forman parte de las ofrendas del Día de Muertos.

La UNESCO se ha inspirado especialmente en el modelo de Michoacán y en los esfuerzos del estado para preservar la cocina tradicional.

Lugares de memoria y tradiciones vivas de los otomí-chichimecas de Tolimán: la Peña de Bernal, guardiana de un territorio sagrado.

El pueblo otomí-chichimeca (Querétaro) ha conservado, según la UNESCO, “un conjunto de tradiciones que son testimonio de su relación excepcional con la topografía y el medio ambiente circundantes”.

El entorno cultural de este pueblo está formado por el triángulo que forman la Peña de Bernal y los cerros del Zamorano y el Frontón. Todos los años, los otomí-chichimecas se congregan para ir en peregrinación a estas elevaciones sagradas llevando cruces milagrosas, a fin de procurar lluvia y protección divina y de venerar a sus antepasados.

Casi todas las celebraciones de esta comunidad se centran en el agua, un elemento sumamente escaso debido al clima de la región, y que, según la UNESCO “exalta la capacidad de resistencia del pueblo otomí-chichimeca”.

El Mariachi, música de cuerdas, canto y trompeta

El mariachi es un elemento fundamental de la cultura mexicana y no hay fiesta popular o familiar que no los convoque. Los mariachis tradicionales cuentan con dos o más músicos vestidos con indumentaria regional, inspirada en el traje de charro, quienes interpretan un amplio repertorio de canciones acompañándose con instrumentos de cuerda.

Las orquestas que interpretan la música mariachi cuentan con trompetas, violines, vihuelas y guitarrones, y suelen estar compuestas por al menos músicos. El repertorio va desde jarabes, minués, polkas, valonas, chotis, valses, sones serenatas y corridos hasta la ranchera, el bolero e incluso la cumbia colombiana.

La tradición dice que el mariachi es originario de Cocula, en el Estado de Jalisco, y hoy en día puedes disfrutar de esta música en todo México (y en en eventos mexicanos en el exterior). La mayor concentración de mariachis del mundo está en la Plaza Garibaldi, de la Ciudad de México.

La pirekua, canto tradicional de los p’urhépechas.

La pirekua es un canto tradicional de las comunidades indígenas p’urhépechas del Estado de Michoacán, transmitido de generación en generación e interpretado por hombres y mujeres. Tiene influencias africanas, europeas y amerindias.

La pirekua se canta con un ritmo lento, pero hay estilos no vocales utilizando que utilizan otros ritmos diversos, como los sones y los abajeños. La pirekua se puede cantar en solo, en dúo o en trío, y también puede ir acompañada por coros, orquestas de cuerda y conjuntos musicales de instrumentos de cuerda y viento a la vez.

La pirekua es, sobre todo, un instrumento de diálogo entre las familias y las comunidades p’urhépechas que la practican. Los cantantes (pirériechas) cumplen también una función de mediadores sociales, al utilizar las canciones para expresar sentimientos y comunicar acontecimientos importantes.

 

Los parachicos en la fiesta tradicional de enero de Chiapa de Corzo.

La tradicional Fiesta Grande de Chiapa de Corzo tiene lugar del 4 al 23 de enero de cada año en esta localidad mexicana, en honor de Nuestro Señor de Esquipulas y de dos santos del catolicismo, San Antonio Abad y San Sebastián.

Así explica la UNESCO esta compleja manifestación cultura: “Las danzas de los parachicos –término con el que se designa a la vez a los bailarines y al tipo de baile que ejecutan– se consideran una ofrenda colectiva a los santos venerados. Los bailarines recorren toda la localidad llevando las imágenes santas y visitando diversos lugares de culto, y sus danzas comienzan por la mañana y finalizan de noche. Con máscaras de madera esculpidas, tocados con monteras y vestidos con sarapes, chales bordados y cintas de colores, los bailarines van tocando unas sonajas de hojalata llamadas “chinchines”. Los dirige un patrón portador de una máscara de expresión severa, una guitarra y un látigo, que toca la flauta acompañado por uno o dos tamborileros. Durante la danza, el patrón entona loas a las que los parachicos responden con aclamaciones”

La danza se transmite y se aprende al mismo tiempo que se ejecuta, ya que los niños que participan en ella imitan los movimientos de los adultos. La técnica de fabricación de las máscaras también se transmite de generación en generación. Finalmente, la UNESCO ha considerado que esta celebración une a todas las comunidades en una sola celebración, contribuyendo a la unión y a la paz.

 

La ceremonia ritual de los Voladores.

La ceremonia ritual de los voladores es una danza asociada a la fertilidad que ejecutan diversos grupos étnicos de México y Centroamérica, en particular los totonacos del Estado de Veracruz.

Así explica la UNESCO esta manifestación artística: “Durante la ceremonia, cuatro jóvenes trepan por un mástil de 18 a 40 metros de alto fabricado con el tronco de un árbol recién cortado en el bosque tras haber implorado el perdón del dios de la montaña. Sentado en la plataforma que remata el mástil, un quinto hombre, el caporal, toca con una flauta y un tambor melodías en honor del sol, así como de los cuatro vientos y puntos cardinales”.

“Después de este acto de invocación, los danzantes se lanzan al vacío desde la plataforma a la que están atados por largas cuerdas, giran imitando el vuelo de los pájaros mientras la cuerda se desenrolla, y van descendiendo paulatinamente hasta el suelo. Cada variante de la danza ritual de los voladores representa un medio de hacer revivir el mito del universo, de modo que esta ceremonia expresa la visión del mundo y los valores de la comunidad, propicia la comunicación con los dioses e impetra la prosperidad. Para los ejecutantes de esta danza y todas las personas que comulgan con la espiritualidad del rito en calidad de espectadores, la ceremonia de los voladores constituye un motivo para enorgullecerse de su patrimonio y de su identidad culturales, al mismo tiempo que suscita un sentimiento de respeto por ambos”.

 

Las fiestas indígenas dedicadas a los muertos.

La fiesta del Día de los Muertos se celebra cada año el 1ro y el 2 de noviembre, con el fin de honrar a los seres queridos que han muerto, y que solo por esos días retornan a la tierra.

Este periodo marca también el final del ciclo anual del maíz, que es el cultivo predominante en el país. Estas celebraciones varían según el estado y las comunidades, pero todas involucran facilitar el camino de los muertos hacia la casa, a través de flores y velas. También se hacen visitas al cementerio y se preparan la comida y las bebidas favoritos de los difuntos, que se colocan alrededor del altar familiar y también en la tumba, en medio de las flores y de objetos artesanales.

La UNESCO ha especialmente considerado que “esta fusión entre ritos religiosos prehispánicos y fiestas católicas permite el acercamiento de dos universos, el de las creencias indígenas y el de una visión del mundo introducida por los europeos en el siglo XVI”.