En Alemania los niños no lloran.
Y no puede ser genético, pues vivo en una ciudad donde hay muchas personas procedentes de otros países, como Turquía, España o China y todos, absolutamente todos los niños con los que me he cruzado en la calle, no lloran ni lagrimean. Para mí eso es asombroso, pues en Cuba no solo lloran, sino que también se tiran por piso y les dan tremendas perretas.