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Pequeños detalles que me recuerdan que vivo en Alemania y no en Cuba

Cuba Germany
by Sandra Alvarez 4 Aug 2014

En Alemania los niños no lloran.

Y no puede ser genético, pues vivo en una ciudad donde hay muchas personas procedentes de otros países, como Turquía, España o China y todos, absolutamente todos los niños con los que me he cruzado en la calle, no lloran ni lagrimean. Para mí eso es asombroso, pues en Cuba no solo lloran, sino que también se tiran por piso y les dan tremendas perretas.

No se si tenga que ver con la satisfacción de los niños por estos lares, pero solo he visto, en estos 17 meses que llevo acá, a dos mujeres amamantando en la calle. O sea, que tampoco lloran por hambre.

Tampoco sé si está relacionado con el nivel de los ruidos de Alemania, francamente bajos, pues en esta nación el claxon de una bicicleta es percibido como una sirena de un carro de bomberos. Me imagino que el llanto de un bebe sería equiparable a la explosión de un petardo.

Que no se me ocurra tocar a alguien y mucho menos ponerle el rostro para besarlo.

Nada de eso en esta tierra en la que la gente se saluda con un apretón de manos, a veces tan fuerte que puede dejarte adolorida.

En una oportunidad en la que viajaba en el metro un hombre aseado, educado y simpático, osó pasarle su mano a un nene por la cabeza, como forma de despedirse, luego de estar cruzando miradas, gestos y rostros con el infante durante todo el viaje. Pues el padre de la criatura fue contundente: batió su cabeza de derecha a izquierda y pronunció la sentencia: “Nicht anfassen”. El hombre, como era de esperar quedó en una pieza. Y yo en otra.

En Cuba no solo te plantan un beso en la mejilla, con la mayor sonoridad del universo, también te amasan y te abrazan. No es acoso, creo que tiene que ver con lo apretado que viajamos en los transportes públicos y la costumbre de mostrar nuestra alegría y hospitalidad con todo el cuerpo.

Los perros en Alemania no ladran ni muerden.

Dicen que los perros se parecen a sus dueños. El perro cubano es juguetón y se te acerca para olerte como si tu fueras su plato de comida. Son alegres y también mal portados, lo mismo se hacen pipí en tus zapatos, juegan con tus calcetines, que te quitan de la mano un pedazo de pan.

Un perro alemán, en cambio, es prudente, parece bien educado y aunque sea más grande que tú no te va a atacar. Es más, una le pasa por el lado y ellos hacen como que miran para otro lugar. Hasta diría que te minimizan, te ningunean.

Tampoco ladran y mucho menos se enredan a tus pies como para tumbarte. Decididamente tienen la formalidad y la compostura que a los cubanos nos falta.

Tengo que contenerme para no bailar con los MP3 que llevo en mi móvil.

Normalmente comienzo moviendo la cabeza, hasta que mis caderas y mis pies responden. Eso sucede cuando estoy en Cuba. En Alemania eso es cívicamente incorrecto. Entonces mi danza se restringe a mover afirmativamente la cabeza y aun así la gente me mira como si estuviera en el medio de un ataque de epilepsia.

En Cuba desayunamos, almorzamos, comemos, amamos, estudiamos y disfrutamos con música. La gente baila en la calle, mientras espera el transporte público y para demostrar nuestras aptitudes lo mismo escogemos una samba que un bolero… también una marcha nupcial.

Alemania es el país de la “Ruhe”, de la tranquilidad. De manera que no encuentras música ni en un bar, ni en un restaurante, ni en una plaza pública, a no ser que haya un evento dedicado especialmente a dicha manifestación artística.

Yo siempre he querido saber qué tipo de música se escucha en Alemania, pero me es imposible porque todos llevan audífonos puestos y a nadie se le ocurre poner los altavoces de sus celulares. Tampoco digo que tengan que hacerlo, pues ciertamente a veces en Cuba escuchas tanta música que no ha sido escogida por ti ¡que es un tormento!

Tengo que explicar a cada paso que Cuba no está en Sudamérica.

Los alemanes están convencidos de que Cuba está en Sudamérica. Es más, aseguran además que nuestro extenso continente americano se divide en lo que ellos llaman “América”, en clara referencia a los Estados Unidos de América, y Sudamérica.El Caribe entonces, según los alemanes, pertenece al planeta Marte.

Hay mucha confusión. En una oportunidad, una señora alemana me pregunto mientras viajábamos en un tren, que por qué yo hablaba castellano si en España no habían negros. Huelgan los comentarios.