Photo: Bogdan Sonjachnyj/Shutterstock

16 poderosos adivinos del mundo nahua

México
by Xiu 29 May 2019

Dentro del extenso catálogo de seres con habilidades sobrenaturales del mundo prehispánico, hay unos que se caracterizan por tener la habilidad de interpretar la naturaleza, los sueños y hasta el agua para descifrar los secretos de las personas: los adivinos nahuas.

Se habla poco en la actualidad de estos hombres y mujeres que, antes y un poco después de la llegada de los españoles, eran muy respetados y hasta temidos. Incluso llegó a ordenarse su captura pues representaban un gran peligro para la fe católica.

A continuación, te voy a contar sobre 16 de estos adivinos nahuas y el tipo de poder que tenían:

Tonalpouhqui, “el que cuenta el destino”, era sin duda el adivino más importante en el mundo nahua, pues era el encargado de leer el tonalli de las personas e incluso de brindarles un nombre apropiado de acuerdo a su día de nacimiento, a través de la interpretación de los libros sagrados del tonalamatl y de los calendarios.

Teciuhtlazqui, “el que arroja el granizo”, era capaz de controlar las lluvias, agrupar las nubes e incluso alejarlas con violentos movimientos de cabeza y fuertes soplidos hacia la dirección en la que quería colocarlas.

Ehecatlazqui, “el que arroja los vientos y las nubes”, utilizaba un procedimiento igual al Teciuhtlazqui, pero para alejar las enfermedades traídas por el viento y las nubes que afectan a los niños.

Tlaciuhque, “astrólogo/estrellero”, tenía el poder del conocimiento de lo distante, lo futuro y lo oculto, al que llegaba a través de la observación, la interpretación, viajes al mundo sobrenatural e interpretación de los libros sagrados. De entre todos los adivinos nahuas de esta lista, los tlaciuhque eran los más respetados por los gobernantes.

Tlapixqui, “el que descubre las fuerzas contrarias”, era prácticamente un profeta, pues su labor consistía en prever las desgracias futuras como sequías, tormentas y enfermedades para que las personas pudieran estar preparadas.

Paini, “el mensajero”, es un viajero entre realidades que busca los secretos del mundo. Consume ololiuhqui, peyote, tlitliltzin y tabaco, y encuentra el origen de las enfermedades, las personas perdidas y las cosas robadas.

Matlapouhqui, “el que cuenta a través de los antebrazos”, era un vidente que colocaba tabaco con cal en la palma de su mano izquierda y lo desbarataba con el pulgar de la derecha para frotarlo al final con ambas manos e invocar al cielo, a la tierra, al tabaco mismo y a sus dedos para conocer el secreto solicitado (como el tiempo de vida que le quedaba a una persona o la medicina que requería un enfermo).

Con la palma de su mano sobre el antebrazo del paciente la iba girando hasta llegar a la palma de la mano de éste, siendo las respuestas positivas aquellas en que las palmas de ambos coincidían y las negativas aquellas en que la mano del matlapouhqui quedaba a una distancia distinta.

Tlaolxiniani, “el que desbarata los granos de maíz”, realizaba una serie de sortilegios con granos de maíz para leer la suerte del paciente y hasta podía vaticinar cuál sería la duración de su vida. La lectura se daba a través de la posición de los granos de la mazorca, previamente escogidos por el tlaolxiniani.

Atlan Teittaqui, “el que mira las cosas en el agua”, era un adivino que cortaba con los dientes la punta de los granos de maíz y los colocaba en un recipiente lleno de agua, invocando precisamente al agua para revelar el secreto que los granos guardaban. Todo dependía del número de granos que fueran al fondo del recipiente, los que flotaran y la posición de todos en conjunto.

Atlan Tlachixqui, “el que mira las cosas en el agua y no usa granos de maíz”, era un adivino que utilizaba únicamente al agua como reveladora de los secretos. Ponía, por ejemplo, al bebé frente a un recipiente con agua para observar su reflejo y ver la evolución de su tonali (destino). O colocaba un recipiente con agua en la cabecera de un enfermo para observar los cambios en el vital líquido y diagnosticar su estado de salud.

Tlapachtlapouhqui, “la que adivina con las conchas”, era una adivina pero que utilizaba conchas para leer el futuro, arrojándolas para analizar la posición de cada una de ellas.

Mecatlapouhqui, “el que cuenta los cordeles”, acudía a los enfermos haciendo nudos con una serie de cuerdas y jalando fuerte de ellas. Si los nudos se soltaban, era señal de buena salud para el enfermo y, si no se soltaban, representaba la muerte próxima.

Polocatlapouhqui, “el que mide con pajas”, realizaba un procedimiento similar al matlapouhqui, pero usaba una paja para medir el cuerpo del enfermo y así determinar su salud y su tiempo de vida.

Coatl Quiyolitiani, “el que hace vivir a la serpiente”, llevaba consigo un recipiente con una serpiente. Cuando alguien sospechaba de haber sido robado por algún vecino, el adivino solicitaba una reunión de los sospechosos y pedía la confesión del culpable bajo amenaza de utilizar a la serpiente que, de salir del recipiente, observaba a los presentes y se dirigía al culpable.

Temiquiximati, “el intérprete de sueños”, era más bien una especie de psicólogo que interpretaba los sueños de las personas en base a los libros del temic ámatl o libros de los sueños, de los cuales ya no existe ninguno.

¿Qué te parece? Seguramente en algunos pueblos de México existirán algunos de estos hoy en día. Vaya que los nahuas tenían adivinos para toda ocasión.

Fuente: “Cuarenta clases de magos del mundo náhuatl”, Alfredo López Austin.

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