1. Anna
Un precioso palacio, una Albufera llena de vida, y un pueblo donde el agua te sorprende en cada esquina. Anna es un destino ideal para disfrutar de la tranquilidad de las fuentes otoñales y el rumor imparable del agua.
Un precioso palacio, una Albufera llena de vida, y un pueblo donde el agua te sorprende en cada esquina. Anna es un destino ideal para disfrutar de la tranquilidad de las fuentes otoñales y el rumor imparable del agua.
Los motoristas que acuden cada fin de semana conocen muy bien sus curvas pero tal vez desconozcan su paisaje. Pueblo ubicado junto al río Palancia, sus calles empinadas y todo su cauce fluvial, nos regalan estampas únicas.
Puede que hayas oído hablar de su catedral, la única de toda la provincia de Castellón o de sus torres medievales, pero no son sus únicos atractivos. La ruta del agua te llevará entre fuentes y arboledas a recorrer toda la paleta de colores otoñales.
Puentes, ermitas, un castillo habitado y mucha historia tras cada rincón. Además de buena gastronomía la Todolella tiene el honor de contar con una aldea fantasma muy cerca del casco urbano, la Saranyana.
Conocido por su famosa Tomatina, Buñol esconde muchos tesoros dignos de visitar. Un castillo con vistas privilegiadas, una apacible ruta del agua y buena gastronomía en posadas centenarias.
Santuario, acueducto y un castillo de película. Biar se encuentra rodeado de naturaleza, y por tener tiene hasta una cueva negra. No dejes de probar les coquetes y los rollitos de anís si decides rendirte a los encantos de Biar.
Los paisajes que crean los viñedos en otoño han propiciado que se conozca esta zona como «la pequeña Toscana». Buena gastronomía, buen vino, y un panorama que te invita a ser protagonista de una película romántica.
Un conjunto de cuevas único, un casco antiguo lleno de piedras con historia, ruinas medievales y todo ello a los pies de la imponente sierra de Mariola. Rutas junto al río o por el casco antiguo que te pueden llevar hasta un lugar tan mágico como el nacimiento del río Vinalopó.
Pasear por las calles de Guadalest es descubrir un rincón asombroso en cada esquina. Un castillo con unas vistas de vértigo, la antigua prisión, casas señoriales, y un sinfín de museos de lo más curioso. El paisaje y la originalidad de Guadalest lo convierten en un destino ideal también en otoño.
De fuente en fuente y tiro porque me lleva la corriente. Así es Siete Aguas un pueblo frío que tiene el encanto enigmático de los pueblos de interior. Un lugar que tiene un sonido propio, el rumor del agua y atractivos como la aldea abandonada del Reatillo, y su paisaje castigado por los duros inviernos.
Murallas y torres medievales nos invitan a entrar en este pintoresco pueblo. Pero su encanto otoñal lo encontramos en su naturaleza, rutas y sendas como la Vuelta de la Hoz, y el paraje del pantano de Regajo, que nos empujan a pasar jornadas ensimismados entre la frondosidad decadente del otoño.
Pocas cosas gustan más a los niños que un laberinto y unos columpios, y en el jardín de los Santos en Penáguila tenemos eso y mucho más. Una ruta muy fácil con carteles explicativos por el barranco de Aladrach, un castillo conquistado por el mismísimo Jaume I y la cercanía a Alcoy, son atractivos que merecen una visita.
Las cuevas de Sant Josep son únicas y recientemente han actualizado la iluminación y el sonido para convertirlas en aún más impresionantes. Podemos además pasear por la rutas de la Sierra de Espadán, visitar unos acueductos muy especiales e incluso subir a la montaña Pipa, desde donde observar una panorámica imponente.