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¿Dioses o científicos, quiénes fueron los que crearon a la humanidad, según los mayas?

México
by Xiu 13 Jun 2019

El Popol-Vuh (libro del consejo) es el libro sagrado maya que nos habla de la creación del mundo, los primeros años de la humanidad y de quiénes fueron sus creadores y cuáles fueron los obstáculos que tuvieron que sortear para lograr la obra perfecta. Aquí te contamos quiénes crearon a la humanidad según los mayas.

Según los mayas, en un principio no existía el tiempo, solo el agua que rodeaba al planeta en completa calma bajo el cielo:

«No se manifestaba la faz de la tierra. Sólo estaban el mar en calma y el cielo en toda su extensión. No había nada junto, que hiciera ruido, ni cosa alguna que se moviera, ni se agitara, ni hiciera ruido en el cielo. No había nada que estuviera en pie; solo el agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo. No había nada dotado de existencia».

¿Pero dónde se encontraban dios o los dioses en ese momento?

Los mayas relataban que, más que dioses, se trataba de un grupo de creadores a los que referían como “los progenitores, sabios y grandes pensadores en su naturaleza”. Aquí es donde comienza la duda sobre el origen y objetivo de estos pensadores.

«Solamente había inmovilidad y silencio en la oscuridad, en la noche. Solo el Creador, el formador, Tepeu (dios del cielo), Gucumatz (dios de las tempestades), los progenitores, estaban en el agua rodeados de claridad. Estaban ocultos bajo plumas verdes y azules, por eso se le llama Gucumatz. De grandes sabios, de grandes pensadores es su naturaleza. De esta manera existía el cielo y también el Corazón del Cielo, que es el nombre de Dios».

Es decir, los progenitores se dieron cita en nuestro mundo aún infértil, rodeados de claridad y bajo plumas -término que seguramente hace referencia a otro tipo de vestimenta, pues aún las aves no habían sido creadas-, pero sobre ellos, en el cielo, se encontraba el corazón del mismo, el gran creador.

¿Quién es este creador principal?

«Llegó aquí entonces la palabra, vinieron juntos Tepeu y Gucumatz, en la oscuridad, en la noche, y hablaron entre sí Tepeu y Gucumatz. Hablaron, pues, consultando entre sí y meditando; se pusieron de acuerdo, juntaron su palabra y su pensamiento.

Entonces se manifestó la claridad, mientras meditaban, que cuando amaneciera debía aparecer el hombre. Entonces dispusieron la creación y crecimiento de los árboles y los bejucos y el nacimiento de la vida y la creación del hombre. Se dispuso así en las tinieblas y en la noche por el Corazón del Cielo, que se llama Huracán».

El Popol-Vuh nos dice que el corazón del cielo se llama Huracán (de una pierna/cojo) y se divide en tres entes distintos:

  • Calcuhá Huracán (Rayo cojo/rayo de una pierna)
  • Chipi-Calcuhá (Pequeño rayo)
  • Raxa-Calcuhá (Rayo repentino)
  • «Se dispuso en las tinieblas y en la noche por el Corazón del Cielo, que se llama Huracán.
    El primero se llama Calcuhá Huracán. El segundo es Chupi Calcuhá. El tercero es Raxa Calcuhá. Y estos tres son el corazón del cielo.»

    Este ser es quién encomienda a Tepeu y Gucumatz la creación de la vida en nuestro mundo y la existencia de una raza inteligente para completar la tarea:

    «No habrá gloria ni grandeza en nuestra creación y formación hasta que exista la criatura humana, el hombre formado…».

    Los mayas también nos hablan de seres elementales y mágicos que fueron creados para protección de los bosques, las montañas y los ríos:

    «Luego hicieron a los animales pequeños del monte, los guardianes de todos los bosques, los genios de la montaña…».

    Los creadores esperaban que estos animales y guardianes les rindiesen culto, pero pero fue imposible, pues les habían negado la capacidad intelectual. Así que crearon nuevos seres con inteligencia:

    «Pero no pudieron entender su lenguaje entre ellos mismos, nada pudieron conseguir y nada pudieron hacer. Por esta razón fueron inmoladas sus carnes y fueron condenados a ser comidos y matados por los animales que existen sobre la faz de la tierra».

    Los creadores no se rindieron y apostaron por un nuevo intento, así que tomaron lodo (como el dios cristiano) y formaron al hombre:

    «Pero vieron que no estaba bien, porque se deshacía, estaba blando, no tenía movimiento, no tenía fuerza, se caía, estaba aguado, no movía la cabeza, la cara se le iba para un lado, tenía velada la vista, no podía ver hacia atrás. Al principio hablaba, pero no tenía entendimiento. Rápidamente se humedeció dentro del agua y no se pudo sostener. Entonces desbarataron y deshicieron su obra y su creación…».

    La tarea de Tepeu y Gucumatz no podía darse por finalizada, así que volvieron a intentarlo, pero esta vez consultaron a otros creadores, porque ellos dos eran integrantes de un grupo aún mayor:

    «Digámosles a Ixpiyacoc, Ixmucané, Hunahpú-Vuch, Hunahpú-Utiú: ¡Probad suerte otra vez! !Probad a hacer la creación¡ Así dijeron entre sí el Creador y el Formador a Ixpiyacoc e Ixmucané».

    Estos eran otros dioses, otros creadores de su círculo, que no intervinieron en los primeros intentos de creación.

    El consejo fue crear a la humanidad una vez más, pero con madera. Todo parecía indicar que la obra era perfecta. Sin embargo:

    «Ya no se acordaban del Corazón del Cielo y por eso cayeron en desgracia. Fue solamente un ensayo, un intento de hacer hombres. Hablaban al principio, pero su cara estaba enjuta; sus pies y sus manos no tenían consistencia; no tenían sangre, ni sustancia, ni humedad, ni cordura… En seguida fueron aniquilados, destruidos y deshechos los muñecos de palo, y recibieron la muerte. Una inundación fue producida por el Corazón del Cielo; un gran diluvio se formó, que cayó sobre las cabezas de los muñecos de palo».

    Vino entonces el último intento, que somos nosotros, que fuimos creados a partir de maíz:

    «De maíz amarillo y de maíz blanco se hizo su carne; de masa de maíz se hicieron los brazos y las piernas del hombre. Únicamente masa de maíz entró en la carne de nuestros padres…».

    E incluso los progenitores dotaron a esta nueva humanidad con una inteligencia excepcional, que les permitiera descifrar el sentido del mundo y la creación:

    «Fueron dotados de inteligencia; vieron y al punto se extendió su vista, alcanzaron a ver, alcanzaron a conocer todo lo que hay en el mundo. Cuando miraban, al instante veían a su alrededor y contemplaban en torno a ellos la bóveda del cielo y la faz redonda de la tierra. Las cosas ocultas las veían todas, sin tener primero que moverse; enseguida veían el mundo y asimismo desde el lugar donde estaban lo veían».

    El Popol-Vuh nos dice que esta humanidad alcanzó a conocerlo todo, sin dejar dudas sobre nada, y fue precisamente esto lo que incomodó a los creadores, quienes no consideraron virtuosa una inteligencia sin límites. Después de todo, ellos eran los progenitores y nosotros su creación. Así que tuvieron que limitar nuestra inteligencia:

    «Refrenemos un poco sus deseos, pues no está bien lo que vemos. ¿Por ventura se han de igualar ellos a nosotros, sus autores, que podemos abarcar grandes distancias, que lo sabemos y vemos todo? Entonces el Corazón del Cielo les echó un vaho sobre los ojos, los cuales se empañaron como cuando se sopla sobre la luna de un espejo. Sus ojos se velaron y solo pudieron ver lo que estaba cerca, sólo esto era claro para ellos…».

    Interesante ¿no crees? Los mayas nos hablan de unos creadores que no son perfectos ni presumen de perfección, sino que experimentan, crean, fallan y vuelven a crear hasta encontrar la fórmula correcta, que llegó a ser tan perfecta que sintieron temor por ser desplazados.

    Ahora bien, esta es una leyenda como lo son La Biblia y todas las mitologías del mundo sobre la creación del hombre. Sin embargo, los mayas nos transmiten que no fue un dios, sino que fueron dos pensadores quienes, sí, habían sido encomendados por dios. Estos, en sus múltiples fracasos, llegaron a crear al ser ideal, de acuerdo a lo encargado por el creador.

    Sin embargo, el hecho de querer limitar nuestra inteligencia suena sospechoso, sobre todo cuando en nuestros tiempos, científicos como Albert Einstein han sostenido que el ser humano solo utiliza el 10 por ciento de su capacidad cerebral.

    ¿Coincidencias? ¿O tal vez los mayas, cuando dicen “pensadores” están hablando de científicos que nos colocaron en este planeta para estudiarnos?

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