Como en muchos imperios y gobiernos de este mundo, el poder casi siempre es representado por un rostro visible, una cara a la cual culpar y agradecer por todo lo bueno y lo malo que sucede en cuanto al acontecer diario se refiere. No obstante, esta cara visible siempre resulta ser sólo un icono para representar de alguna forma el poder, pues quienes verdaderamente detentan la responsabilidad y las decisiones importantes se encuentran ocultos, tras las sombras, sin que nadie sepa quiénes son y cuáles son sus intereses. Ellos son quienes llevan a cabo la estrategia de ingeniería social que moldea nuestro entorno.
En el caso de las sociedades prehispánicas, en específico de Tenochtitlan, la capital del imperio mexica, el tlatoani no era el poder absoluto, ya que a su lado se encontraban hombres que conformaban un concejo especial que emitía las resoluciones para gobernar. Este concejo estaba conformado por doce hombres, presididos por los el tlatoani y el cihuacoatl, el primero de ellos el mandatario supremo y el segundo el encargado de las finanzas públicas.
Esta forma de organización hacía la vez de un tribunal de segunda instancia. Tenía como objetivo apoyar al huey tlatoani y al cihuacóatl en asuntos de justicia y en decisiones gubernamentales complicadas.
Algunos autores consideran a este concejo como el máximo el órgano de poder de la Excan Tlatoloyan formada por Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopan. Cada uno de estos pueblos tenía su propio tlahtocan.
Generalmente, el cihuacóatl planteaba el problema y todos lo discutían. El huey tlatoani era el líder de la asamblea y siempre dictaba la última palabra, de acuerdo a la voluntad de los representantes.
Se formaban comisiones de cuatro individuos cada una, presidida por un líder. Las cinco grandes comisiones a tratar dentro del tlatocan eran:
- Los jefes religiosos.
- Los jefes de población.
- Los grandes administradores.
- Los jefes militares.
- El consejo de guerra.
Eran estas las principales preocupaciones a tratar por aquellos 14 hombres para tener un mayor detalle de los pilares que sostenían a la gran capital tenochca. Esto demuestra que, al contrario de lo que muchos piensan, los gobiernos prehispánicos tenían una estructura compleja que no daba lugar al absolutismo. Es decir, no era un gobierno en el que se hacía valer la voluntad de un solo hombre. Presten atención al discurso del tlahtocan al nuevo tlatoani en Tenochtitlan:
«…Y así considera que no vienes a descansar y recrearte, sino a tomar nuevo trabajo con carga tan pesada que siempre te ha de hacer trabajar siendo esclavo de toda aquesta multitud que te cupo en suerte»
(Códice Ramírez).
Como puedes apreciar, eran los integrantes de aquel selecto grupo una especie de auditoría que vigilaba la correcta toma de decisiones para asegurar el progreso del imperio.
Como un dato adicional, te contamos que algunos pueblos de México en la actualidad han decidido retomar estos viejos esquemas de gobierno al no sentirse representados por los políticos actuales. Uno de ellos es el pueblo de Cherán, en Michoacán, que ha expulsado a los partidos políticos para darle el poder al consejo de ancianos del pueblo, que no es otra cosa que el recuerdo vivo de aquellos gobiernos prehispánicos.