Photo: Galicia Sustentable

Todo lo que tienes que saber sobre el tradicional rebozo mexicano

México
by Ana Elba Alfani Cazarin 23 May 2019

Esta prenda es adorada en todo México. En Hueyapan (Morelos) lo llaman cenzontle, palabra náhuatl que deriva de centzontilmantli, manta de mil colores, y no se me ocurre una mejor definición.

En el siglo XVIII, el rebozo logró tal importancia que se dictaron leyes y reglas para su confección, tamaño, tejido, clase de hilo y dibujo. Para los siglos XIX y XX, el rebozo ya formaba parte del ajuar indispensable de las mujeres mexicanas, utilizado por figuras hoy icónicas como las soldaderas en la revolución y la artista Frida Kahlo.

El rebozo es una prenda mestiza

Sobre el origen del rebozo existen varias teorías: que se creó como una variante de las mantillas que usaban las mujeres españolas, o que fue la evolución del ayate indígena (realizado en ixtle; foto) y del mamatl (un lienzo rectangular con bordes de un material distinto), ahora confeccionado en algodón y lana.

En el año 1572, Fray Diego Durán lo describe como “una prenda de las mujeres mestizas para cubrirse para entrar a los templos”. Don Juan Vicente de Güemes Pacheco de Padilla y Horcasitas, segundo Conde de Revillagigedo y Virrey de la Nueva España, escribió sobre el rebozo:

“Lo llevan sin exceptuar ni aún las monjas, las señoras más principales y ricas, y hasta las más infelices y pobres del bajo pueblo. Usan de ella como mantilla, como manteleta, en el estrado, en el paseo, y aún en la casa; se la tercian, se la ponen en la cabeza, se embozan con ella y la atan y anudan alrededor del cuerpo…”.

¿Cómo se crea un rebozo?

Por tradición, el rebozo se elabora en un telar de cintura, y algunos modelos se realizan en telar de pedal. El proceso sigue siendo artesanal y dedicado. Primero se encanilla el hilo (devanado), se procede a la urdimbre (urdido), donde se le da la medida al lienzo. Una vez hecho esto, se traslada a un bastidor donde el hilo se pepena, es decir, se separa según el dibujo que se va a realizar.

En ese momento se tuercen los cordones y se les agrega atole de masa, para que el hilo se endurezca, lo que facilitará el amarre (a este proceso se le conoce como boleo). El amarre sirve para que no penetre la tinta, de manera que el jaspeado o granizado queda de diferente color al del resto del cordón.

El jaspeado diferencia el rebozo de la chalina, en donde se omite el proceso de amarrado. Después se hace el veteo, donde el fondo del rebozo y las puntas se tiñen al mismo tiempo. Entonces, el hilo se deja secar y se procede al tejido.

El siguiente proceso lo realizan las empuntadoras que tejen a mano y a base de nudos. El rapacejo o punta es una tarea complicada y minuciosa, comparable por su dificultad con los encajes hechos a mano. La calidad de un buen rebozo depende mucho de la habilidad manual y creatividad de estas tejedoras. Cada rapacejo toma cerca de veinte días. La duración del procedimiento depende de cuánto mida el rebozo y pueden tardar hasta cuatro meses por pieza.

Tradicionalmente, los teñidos se hacían con colorantes naturales: el azul resultaba tras fermentar la piedra añil; para el rojo se empleaba la cochinilla; y algunos tonos de café se conseguían de un liquen que se conoce como “barbilla de peña”.

Tipos de rebozos mexicanos

El material para la elaboración de los rebozos diferenciaba la clase social o el poder adquisitivo de quien lo portaba. La alta sociedad colonial los usaba de seda o bordados con hilos de oro o plata. Los rebozos más sencillos eran realizados en algodón de color natural o teñido, con bordados muy sutiles y con rapacejo corto.

Quienes conocen de la calidad en materiales y confección de un rebozo, aseguran que el secreto para descubrir si la prenda está hecha de seda es hacerlo pasar por un anillo. Sólo los de seda natural superan la prueba.

Existen diferentes tipos de rebozo en la actualidad, entre ellos:

  • Rebozo patrio. Con los colores de la bandera nacional.
  • Rebozo calandrio. Se hacen en tonos de color ocre.
  • Rebozo palomo. Tiene blanco y negro.
  • Rebozo cual pachtli. Tienen un matiz entre morado y café.
  • Rebozo de bolita. Se le conoce con este nombre porque se tejía con un hilo de origen inglés que venía enrollado en bolitas.
  • Rebozos tornasoles. Color de las plumas de los pavos reales o del cuello de las palomas.
  • Rebozo tarasco o michoacano. Color azul marino con rayas azul y blancas.
  • En México es común ver a los bebés arropados en rebozos. Esta costumbre, tradición de las poblaciones originarias, ha resurgido en la última década entre las madres jóvenes que, de a poco, van descubriendo las ventajas de llevar al bebé bien cerca del corazón, mientras ellas realizan tareas y disponen de un tiempo con las manos libres, con la seguridad de que su bebé está en el mejor lugar del mundo.

    También las parteras tradicionales utilizan el rebozo para darles masajes a las madres y para, entre otras cosas, ayudar al bebé a que se coloque en la posición óptima para el nacimiento.

    ¿Cuáles son los estados rebozeros de México?

    Santa María del Río, en San Luis Potosí, es considerada la cuna del rebozo, reconocida internacionalmente por sus rebozos de seda y, ahora, de articela.

    En el Estado de México, se elaboran en los municipios de Tenancingo, Tenango y Tejupilco. El primero se especializa en rebozo de algodón fino.

    Otros pueblos rebozeros son La Piedad y Tangancícuaro (Michoacán), Tepexi de la seda y Tepeji del Río de Ocampo (Puebla), Moroleón y Valle de Santiago (Guanajuato) y Chilapa (Guerrero).

    La principales Ferias del Rebozo se llevan a cabo durante agosto, en Santa María del Río (SLP) y, en septiembre, en Tenancingo (Estado de México), donde se realizó el primer Concurso Nacional del Rebozo (2014), organizado por el Fondo Nacional para el fomento de las Artesanías (FONART).

    La leyenda del Señor del Rebozo

    Ubicado en la calle que se conoce hoy día como República de Argentina, un convento dominico era patrocinado por tres mujeres muy religiosas y ricas conocidas como “Las Felipas”. Ahí las novicias se acogían a la advocación de Santa Catalina de Siena. En su interior había un Cristo de madera cargando una cruz. De mirada triste, con llagas sangrantes y una enorme corona de espinas, se dice que esta imagen inspiró a Doña Severa de Gracida y Álvarez para convertirse en Sor Severa de Santo Domingo.

    Sor Severa envejeció, pero no por ello dejó de visitar diariamente a esta venerada imagen de Cristo, a tal punto que la convocaba desde su celda, cuando enfermó de gravedad. Se dice que una noche de tormenta, la monja que la cuidaba alcanzó a escucharla decir en apenas un susurro: “¡Cristo mío! dejadme que cubra vuestro enjuto y aterido cuerpo… venid a mi señor, y mostraos ante esta pecadora que sólo ha sabido amarte y adorarte en religiosa reverencia”.

    La cuidadora vio como la puerta se abría y entraba un mendigo, casi desnudo, aterido de frío. Entonces la anciana, con una energía inaudita, saltó de su cama y le ofreció agua y pan, sacó de su ropero un viejo un rebozo de lana y lo cubrió con él. Con el rostro satisfecho, lanzó un suspiro y falleció.

    Al día siguiente, grande sería la sorpresa de sus hermanas, al ver la figura del Cristo con el rebozo de la fallecida. Desde entonces, las religiosas y los fieles bautizaron a esta imagen como “El Señor del Rebozo”, mismo que estuvo muchos años expuesto a la veneración de los feligreses, hasta la exclaustración de las monjas. La imagen se encuentra actualmente en el templo de Santo Domingo, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

    En Tenancingo, una réplica de la imagen se venera en la iglesia de San Felipe de Jesús. Al Señor del Rebozo se le ofrenda esa prenda como agradecimiento a un favor recibido; se le visita cada primer viernes de mes, aunque su fiesta mayor es el primer viernes de marzo.