Debo comenzar admitiendo que mi feminismo hizo patente y activo hace apenas tres años, cuando volví a España tras muchos años viviendo en el norte de Europa. El proceso fue lento, y todo comenzó durante mis viajes por el mundo. Un detalle aquí, un comentario allá, y actitudes que se repiten sistemáticamente, te quitan la idea de que el machismo se trate de casos y personas aisladas. Es ahora cuando, recordando mis viajes, soy consciente de lo que han significado todos estos años desde una perspectiva femenina. Es sólo ahora que soy capaz de analizar, en toda su magnitud, cómo afecta el machismo a la manera de viajar de las mujeres. Sólo ahora me doy cuenta de que, consciente o inconscientemente, viajar es un acto de feminismo.
Las preguntas
«¿Dónde está tu marido?»
La misma pregunta en cada hostel, en cada restaurante, en cada parada de bus, en cada encuentro de cada país, ciudad, pueblo y aldea, termina taladrándote el cerebro y haciendo que levantes el entrecejo con sospecha. Hasta que no comencé a hablar y comparar con mis amigos hombres estas situaciones no me di cuenta de que efectivamente ellos no se sentían ni taladrados ni incomodados ni mucho menos amenazados. Nadie les pregunta: «¿dónde está tu mujer?, ¿viajas solo?, ¿dónde están tus hijos?». Son libres de sospechas. Son libres.
La pena
Además de la preguntita, está la pena. La gente siente pena por ti. Como si no fuera una elección consciente viajar por el mundo sin preocupaciones y no pensar en nadie más que en ti misma. Te tienen lástima, o suponen que debes de tener algún tipo de problema.
Como millones de otras mujeres viajeras solas, viajo por el mundo para aprender de diferentes culturas y ambientes, para tener una perspectiva más amplia del mundo, para no quedarme pensando que mi pequeño círculo social representa la verdad del universo. Viajo para romper mi burbuja de confort, trampa mortal donde las haya. Viajo para ver los paisajes más impresionantes del mundo, conocer gente y experimentar modos de vida totalmente diferentes al mío. Viajo para ampliar mi mente. Viajo para ser libre.
Preocupación, fascinación y valentía
Una mujer que elige viajar sola no solo es impensable en gran parte del tercer mundo, sino también difícil de digerir en Europa. Cuando comencé a viajar sola, dejé un rastro de personas preocupadísimas, y otras tantas fascinadas por «mi valentía». Un hombre que viaja solo no es valiente, una mujer sí.
Como diría Manuela, una viajera veterana a la que admiro en su grandeza y humildad: «Yo nunca pensé que era valiente, solo que si había que ir, pues se iba».
Mientras sigamos hablando de mujeres valientes, estamos admitiendo tácitamente que partimos de una situación de fragilidad, de miedo.
El miedo a la agresión sexual
Las estadísticas no ayudan. Cada año las cifras de violaciones suben alarmantemente. En los últimos años he conocido muchas mujeres que viajan solas, pero siempre tomando precauciones extras en este tipo de circunstancias por temor a ser violadas y/o asesinadas. Las mujeres vivimos con miedo. Si un local te invita a su casa a participar de una comida familiar o te ofrece alojamiento, para un hombre se trata de una «experiencia cultural», para una mujer hay un trasfondo amenazante, porque «nunca se sabe». Miedo, trabas, falta de libertad.
Como jamás tuve la consciencia de ser mujer en un mundo machista, me lancé a la piscina, y debo decir que he vivido momentos realmente valiosos que atesoro como oro en paño en mi memoria. Aunque sé que sólo fue cuestión de suerte. Es una lotería.
¿Por qué las «experiencias culturales» están disponibles para los hombres, no para nosotras, por temor a la violencia de género? Es el privilegio de crecer como hombre, en lugar de mujer, lo que hace que ellos ni se cuestionen estos peligros. No tener miedo, un verdadero privilegio.
Machismo de bajo nivel
A continuación un microejemplo de lo que hoy reconozco como machismo.
En Marruecos, coincidí con un grupo de viajeros y viajeras y por diferentes causas terminamos haciendo juntos una especie de barbacoa halal en el exterior del hostel. Como la cosa se estaba alargando demasiado para empezar a preparar el fuego, entre risas, chistes, que dónde está el mechero, que dónde está el cordero, etc., una chica noruega se levantó y comenzó a preparar el fuego para hacerlo brasas, con bastante pericia por cierto. Teníamos hambre y ganas de irnos a la cama.
Un chico, creo recordar que de Israel, comenzó a decirle de una manera que nos dio mucha vergüenza ajena: «Do you know how emasculated that makes me feel?» No hay una palabra en español para traducir exactamente emasculated, pero sé perfectamente qué significa, además de que luego estuvimos comentando entre las chicas lo imbécil que era. Emasculated viene a ser hacer sentir a un hombre menos hombre, quitándole su poder y confianza en sí mismo. ¡Chúpate esa! Una expresión que no tiene desperdicio. Si no era feminista, observar este tipo de situaciones me puso la mosca detrás de la oreja. Está en todas partes y en diferentes tamaños.
Los mejores destinos para mujeres que viajan solas
¿Cuántas listas como estas puedes encontrar en internet? Cientos de ellas. Nueva Zelanda, por ejemplo, está en la mayoría de estas listas. Nadie piensa en Nueva Zelanda como un país peligroso o amenazante. Sin embargo, en 2016 Grace Millane, viajera británica, fue asesinada allí. A menos que te topes con un psicópata que decida terminar con tu vida, lo que pasa en el extranjero no es más peligroso que lo que pasa en tu propio país. El mundo es tan seguro como peligroso. No son los países los que te matan, sino un encuentro fatal con la persona errónea. El problema es que, a nivel global, las cifras sobre violencia de género no paran de aumentar y el auge de las extremas derechas no ayuda en absoluto, más bien al contrario. Así que la única regla a seguir es el puro sentido común en cualquier parte del mundo.
Mujeres, salid y viajad.
Ser una mujer segura de sí misma y con la madurez suficiente para salir a viajar sola por el mundo es una idea que da miedo. Y no es de extrañar. Pero tanto por experiencia como estadísticamente, el mundo es un lugar más seguro de lo que sugieren los medios de comunicación. De hecho, estadísticamente, el lugar más amenazante y peligroso para una mujer, es su propio hogar familiar.
Miles de mujeres viajan solas cada año, y vuelven habiendo logrado sus sueños, conseguido superar sus miedos y con unas vidas infinitamente más ricas. Si miras las estadísticas, te das cuenta de que el hecho de viajar sola como mujer es relativamente seguro.
El machismo es real y vamos a encontrarlo en todas sus formas, así que no nos queda más que usar el sentido común y no dejar que sea el miedo quien guíe nuestras vidas. Dar el mensaje a las mujeres de que viajar es peligroso limita sus horizontes y perspectivas, lo que ha sido una constante a lo largo de siglos de historia.
Porque aquí el problema no es el viajar en solitario, el problema es la violencia contra las mujeres. No perdamos la perspectiva, ni las ganas.