1. Pasé la dura prueba de aprender a vivir sin el bidé.
¡Y sobreviví!
2. Dejé de besar a cien personas por día.
Allá saludaba con un beso hasta al remisero, ¡qué épocas! Acá doy la mano cuando me presentan a alguien y, a los amigos, un abracito. Y, si una persona que no es de mi familia me llega a dar un beso en la mejilla porque se confundió o está ebria, empiezo a tener síntomas de un ataque de pánico…