Es más fácil decir “permiso, no me dejas ver la TV”, pero tu prefieres gritar “carne de burro no es transparente”.
Te preguntas cuántas banderas per cápita puede haber.
Bebe cerveza. Las rubias son buenas Y baratísimas. No pocas veces un vaso de cerveza resultará más barato que un refresco, ¡y que el agua!
Atrévete a visitar los cementerios. Pueden resultar siniestros o preciosos, generalmente ambas a la vez.
Te da asco caminar por el pasillo de la carne. Si el pollo amarillo no fue suficiente, súmale las patas de cerdo, las orejas, los intestinos y los estómagos, además de un intenso olor a carne y sangre coagulada.
Si juega el Barça, tienes que saber que si te acercas al campo de juego un día de partido, las puertas se abren veinte minutos antes de que finalice. Los guardias de seguridad te dejarán pasar sin problema y sin pagar ni un duro.
Muchos vecindarios tienen mercados “húmedos”, en los que puedes comprar frutas y verduras o verificar la buena salud de un pollo antes de que el vendedor le rompa el cuello.
¿Conoces la “ley de la privacidad en público”? Su violación es una de las maneras más rápidas y eficaces de provocar el enojo de esta bandada de estoicos escandinavos.
Hasta el mismísimo día en que aterricé en Macedonia seguí asociando al lugar con la mezcolanza de frutas que mi madre me obligaba a tomar de vez en cuando de postre.
Pizza de parado, chori en la Costanera, sándwiches de miga, arrolladitos en el Chinatown porteño. Muchas opciones para comer al paso, incluyendo postres. Programón.