A la llegada de los españoles al actual territorio mexicano, se hablaban aproximadamente 140 idiomas distintos, cada uno con sus variantes, por lo que los misioneros se dieron a la tarea de clasificarlos en familias, pues encontraron que algunas eran muy parecidas entre sí.
Con el tiempo, y después de la invasión europea, algunos idiomas fueron desapareciendo y no fue hasta el siglo XIX cuando el intelectual mexicano Manuel Orozco y Berra realizó una correcta clasificación de los mismos, determinando que se dividían en ocho familias diferentes y que eran tres las más importantes, por ser las que tenían más hablantes en el país: las lenguas uto-nahuas, las mayenses y las otomangues.