El extremo sur del continente americano guarda valiosos testimonios de los hábitos, vida y cultura de los pueblos que habitaron la región antes de la llegada de los españoles. Algunos reconocidos mundialmente y declarados Patrimonio de la humanidad por la UNESCO, y otros recientemente descubiertos, todos están en medio de los bellísimos paisajes patagónicos.
La cueva del Milodón (Puerto Natales, Chile)
Este monumento natural está conformado por tres cuevas en la zona austral de Chile, en donde hallaron restos de milodones, unos enormes mamíferos herbívoros que se extinguieron, probablemente, a fines del Pleistoceno.
Además, allí se encontraron osamentas humanas, pertenecientes a la cultura paleoindia la cual habría habitado la cueva hace 8000 años. La cueva fue descubierta en 1895 por el marino mercante alemán Hermann Eberhard mientras realizaba una exploración de reconocimiento.
Valle de Piedra Parada (Chubut. Argentina)
Se encuentra a 135 kilómetros de Esquel y se extiende por casi 100 kilómetros a lo largo del Río Chubut, entre las localidades de Gualjaina y Paso del Sapo. Este sitio es la evidencia de procesos geológicos ocurridos durante 50 millones de años que originaron mesetas, sierras, cañadones y formaciones rocosas de singular apariencia y colorido.
La piedra parada es mucho más que una piedra parada: son los restos de una antigua y descomunal caldera volcánica, hace 60 millones de años. Las paredes, con huellas del material incandescente, atesoran pinturas rupestres que dejaron las poblaciones antiguas de la zona.
Sitio Aquihueco (Neuquén, Argentina)
Ubicado en el norte neuquino, en este lugar se hallaron restos humanos de una antigüedad de entre 3.600 y 4.200 años, en lo que supo ser el cementerio de un extinto pueblo de cazadores. Las mujeres eran enterradas junto a sus morteros, y esto permitió que con los restos microscópicos de semillas se inicien investigaciones acerca de la alimentación de esta población. También se encontró un fogón de alrededor de 8.000 años de antigüedad.
Cavernas del cerro Leones (Río Negro, Argentina)
Durante más de 8000 años estas cuevas fueron refugio de comunidades tehuelches que dejaron sus huellas en pinturas rupestres. En 1880, Francisco Moreno descubrió los restos de un antiguo cementerio indígena: «Llegué a una cueva, formada por dos salas oscuras, donde cavé a tientas y extraje un cráneo humano», escribió el naturalista en sus diarios de viaje.
Fue él quien bautizó al lugar con el nombre de Leones, porque a su llegada encontró varios pumas durmiendo en el interior de la caverna. A través de un túnel en la roca y a 130 metros en el interior de la montaña surge un manantial, que forma un pequeño lago subterráneo.
Cueva de las manos (Santa Cruz, Argentina)
Esta cueva de las manos, en el largo cañón del Río Pinturas, es uno de los más antiguos sitios de arte rupestre. Al margen de la ruta 40, este sitio clasificado Patrimonio mundial de la humanidad por la UNESCO, todavía no ha revelado todos sus secretos.
Las pinturas se realizaron a lo largo de miles de años, y los científicos las clasificaron en tres períodos: las arcaicas de 12.000 años (las famosas manos -más de 800- pintadas en negativo, y figuras geométricas sencillas); las escenas de caza al guanaco, ñandú y puma con representaciones humanas, que podrían simbolizar rituales de fertilidad, y las pinturas más recientes (1500 años AC) con numerosas figuras geométricas y simbólicas, un arte más abstracto.
Monte Verde (Región de los Lagos, Chile)
Se trata de uno de los sitios más antiguos de América habitado por seres humanos que se haya podido verificar hasta el presente, con hallazgos que datan de hace 14.800 años. Con este descubrimiento se puso fin, nada más y nada menos, que a la teoría que sostenía que el continente americano había sido poblado tardíamente, recién hace 13.000 años.
Este yacimiento se mantiene perfectamente bien conservado: allí se encontraron carne y cuero de gonfoterio, cuerdas, estacas, maderas, gran cantidad de restos de alimentos y plantas y hasta las pisadas de un pie pequeño.
Parque Arqueológico Colomichicó (Neuquén, Argentina)
Colomichicó tiene la particularidad de ser un yacimiento rupestre al aire libre en el que se encuentran más de 600 rocas con los dibujos, científicamente denominados «petroglifos», propios de la época prehispánica, que podrían datarse alrededor del año 1000.
Los motivos grabados son muy variados: líneas, signos, puntos, rombos, círculos, etc, que algunos toman primitivas formas humanoides y zoológicas que se asemejan a ranas o arañas en motivos geométricos, puntas de flecha, figuras serpentoides, o esqueleto de pescados. Este parque está a unos 2000 metros de altura sobre el nivel del mar, en el faldeo occidental de la Cordillera del Viento, en el Corredor Neuquén Norte.
Cueva de Walichu (Santa Cruz, Argentina)
Cerca de la ciudad de El Calafate, hay un yacimiento de arte rupestre de hace 5000 años. El arte impreso en las cuevas, en colores rojos, ocre, amarillo, negro y blanco, muestra la concepción que tenían de la vida estos pueblos originarios y el mensaje que querían dejar para las generaciones posteriores.
Entre las técnicas que utilizaban para crear estas pinturas estaban el arrastre de los dedos, digito puntura usando dedos o motas de pelo y soplando a través de un hueso de guanaco ahuecado.
Bosque Petrificado Sarmiento (Chubut, Argentina)
Se trata de un impresionante testimonio en piedra de hace 65 millones de años, cuando en esta región había un bosque tropical con árboles de más de 100 metros de altura.
Hoy es un paisaje lunar y multicolor azotado por los vientos patagónicos en el que hay no sólo restos de troncos de árboles en la superficie y semi enterrados, sino también de hojas, ramas, frutos y semillas. Desde 2012, este bosque petrificado forma parte del Parque nacional Bosques petrificados de Jaramillo.
Cerro pintado (Chubut, Argentina)
Ubicado a 6 kilómetros de Cholila y camino al Lago Rivadavia está el cerro Pintado. Las pinturas rupestres que allí se encontraron datan de más de 3500 años de antigüedad, que en su mayoría son figuras geométricas: desde simples puntos, líneas y círculos, hasta grecas. Los habitantes de esta zona eran cazadores-recolectores y aquí se concentraban para desarrollar sus actividades culturales.