Yuri Valentinovich Knórosov nació en el año de 1922 en Jarkov, que actualmente es Ucrania y que entonces era la Unión Soviética. En 1940, ingresó a la facultad de Historia de la Universidad Estatal de Moscú Lomonósov, donde se destacó por su facilidad para la música, el dibujo y los idiomas (hablaba árabe, chino y griego). Aquí te contamos la historia de este lingüista ruso que descifró la escritura maya.
Yuri fue a la guerra y, durante los últimos días del mes de abril, poco antes de la rendición de Berlín, ingresó a la Biblioteca de la ciudad y, de entre los libros en cajas que se encontraban en la calle listas para ser transportadas, escogió dos. Durante años se sostuvo que el ucraniano rescató los libros de un incendio, pero esto no es cierto y él mismo lo confirmó.
“Es una leyenda. No hubo ningún incendio. Las autoridades alemanas prepararon la biblioteca (actualmente la Biblioteca de Berlín) para su evacuación y tenían que llevarla supuestamente a los Alpes, en Austria. Los libros colocados en cajas estaban en medio de la calle. Entonces, escogí dos…”.
Los títulos de aquellos libros que se cruzaron en el camino de Yuri eran una edición de 1933 de “Los Códices mayas”, de los hermanos Villacorta, y “Relación de las cosas de Yucatán”, de Fray Diego de Landa. Sin pensarlos dos veces, al sentir una irresistible tentación por aprender de aquella cultura que se encontraba del otro lado del mar, los tomó.
Al volver a Moscú continuó con sus estudios de egiptología, lengua árabe, escritura india y china y, una vez concluidos, se dedicó de lleno al estudio de la escritura maya.
“Lo que fue creado por una mente humana, puede ser entendido por otra mente”, fue una de las afirmaciones de Yuri al encontrarse frente a la noticia de que la escritura maya aún no se había logrado descifrar. Tomó como meta personal la misión.
A pesar de los comentarios en contra, Yuri fue apoyado por su maestro Serguéi Tókarev, quien le advirtió de las dificultades de su empresa, aunque le ofreció su ayuda ante lo que prometía ser un camino interminable.
“Cuando era estudiante, leí el artículo “El desciframiento de la escritura maya: problema irresoluble”, del prestigioso investigador alemán Paul Schellhas. Decidí que no podía aceptar su tesis. ¿Cómo puede ser un problema irresoluble? Mi tesis era y siempre será la misma: lo que fue creado por una mente humana puede ser entendido por otra mente humana. En este sentido, los problemas sin solución no existen y no debe existir en ninguna área científica”.
Como primer paso, Yuri comenzó por el alfabeto de Fray Diego de Landa, quien en 1570 empezó con las primeras investigaciones y traducciones, después de haber quemado un sinfín de libros mayas.
Siglos antes, cientos de arqueólogos intentaron descifrar la escritura maya, pero Yuri -siendo lingüista- fue el único que lo consiguió. Encontró dos fallas en el método de Diego de Landa. Landa intentó equiparar los caracteres mayas con las letras del alfabeto español, sin embargo le fue imposible pues la escritura maya era silábica. Fue así como Yuri descubrió que los mayas contaban con 355 símbolos y que estos contenían logogramas, es decir, signos que representan palabras enteras.
Yuri publicó los artículos de sus avances en 1952 y no obtuvieron un gran reconocimiento por la rivalidad que sintieron otros estudiosos, como Eric Thompson, respetado especialista maya de la época quién consideraba al joven ruso como alguien carente de seriedad. Por ello tuvieron que pasar algunas décadas para que el mundo reconociera a Yuri.
En 1992, el investigador británico Michael Coe, en su libro “Breaking the Maya Code” reconoció los errores de otros estudiosos y la gran labor de Yuri.
Este detalle es realmente conmovedor: a pesar de lo que muchos pueden creer, Yuri estudió a los mayas sin haber visto de cerca la grandeza de sus extintas ciudades. Su primer viaje a Centroamérica fue en 1990, cuando fue a Guatemala, invitado por el presidente, quien le entregó la más alta distinción de aquel país: la Gran orden del Quetzal.
Cuatro años después, en 1994, el gobierno mexicano le otorgó la Orden mexicana del Águila Azteca y, en 1995, Yuri visitó México para participar en el 3er Congreso Internacional de Mayistas. En 1997 regresó a México para visitar los diversos sitios arqueológicos de Yucatán.
Tal fue la compresión de Yuri respecto del mundo maya que llegó a afirmar que en Palenque debía hallarse la tumba de una mujer, hecho que resultó cierto cuando en 1995 se descubrió la tumba de la Reina Roja.
Yuri falleció en el año de 1999 en San Petersburgo a causa de un derrame cerebral complicado por una neumonía que no fue debidamente atendida.
“La creación de una civilización que se puede comparar con las del Antiguo Oriente fue lo que me fascinó a mí y a todos los investigadores. Además, creo que los mayas consiguieron hacer unas observaciones más exactas que las del Viejo Mundo. Por ejemplo, su zodiaco tenía 13 constelaciones, mientras que en el Viejo Mundo se conocían 12. Pero los mayas tenían razón: son 13 constelaciones. También su sistema de numeración está perfectamente elaborado, su observaciones históricas y astronómicas. En ciertos aspectos, sus logros superaron los del Viejo Mundo realizados al mismo tiempo”.
Yuri Knorozov fue sin duda un hombre fuera de nuestro entendimiento, pero muy dentro del entendimiento maya, que supo descifrar lo que durante siglos otros intentaron y jamás lograron. Esto nos hace imaginar que tal vez Yuri fue un maya que nació fuera de su espacio tiempo original y que estaba destinado a sentar las bases del conocimiento de esta fascinante cultura.