México siempre ha sido tierra de leyendas. Entre los mitos más prevalentes en el imaginario mexicano están aquellos relacionados con animales o criaturas fantásticas que rondan por las noches en los parajes alejados; animales de características extraordinarias, seres de dimensiones no exploradas o remanentes de las antiguas mitologías que han echado raíces para confundirse con lo ordinario. Algunos de estos seres vienen de historias tan antiguas que no se sabe exactamente cuándo o por qué se originaron, otros se han ido añadiendo al folclor local en épocas más recientes. Estos son algunos de los seres fantásticos que rondan por México o, por lo menos, por la imaginación de muchos mexicanos.
El dzulúm
En las selvas de Chiapas se habla sobre un misterioso ser que merodea en las noches en busca de sustento. Nadie puede describirlo físicamente, pues se dice que todo aquel que lo ve se convierte en su presa, pero en los antiguos relatos mayas lo describen como un enorme jaguar o una mezcla entre hombre y lobo. Se trata del dzulúm, una criatura tan poderosa que se dice que los jaguares le ofrendan sus presas si lo llegan a encontrar en su camino, pero este no es un animal que subsista de ofrendas.
El dzulúm es un ser maligno del imaginario chiapaneco que acecha desde la selva en busca de mujeres jóvenes. Una vez que elige a su presa, el dzulúm la hechiza con su majestuoso porte y eventualmente su víctima se ve obligada a seguirlo hasta su guarida, donde le servirá de alimento. Si la bestia llegara a ser vista por algún otro humano, este moriría de inmediato pues sería testigo de su verdadera forma.
El dzulúm es una adaptación local de seres semi divinos de la cosmogonía maya conocidos como balames (jaguares). Los balames son seres protectores de la naturaleza y las comunidades, y aunque no son enteramente benévolos, su naturaleza dista mucho de la malignidad que rodea al dzulúm. En su novela semi autobiográfica, Balún-Canán, Rosario Castellanos le dedica algunas líneas a este fantástico ser: “Andaba rondando en los términos de la hacienda. Las señales eran los estragos que dejaba dondequiera y un terror que había secado las ubres de todos los animales que estaban criando. Angélica lo supo. Y cuando lo supo tembló…”.
El atotolin
Los mexica decían que las aves del agua llegaban y partían con el atotolin, por lo que este animal era considerado el soberano de las aves acuáticas en las zonas lacustres que rodeaban a Tenochtitlan. El atotolin nunca se escondía entre los carrizos, sino que se mostraba abiertamente en el centro de los lagos. Por eso lo conocían como el corazón del agua.
Los mexica favorecían su caza, pues en su vientre escondía una piedra preciosa que le traía buena fortuna a todo aquel que lograba extraerla de sus entrañas —aunque esta misma piedra también podía condenar al cazador o a su descendencia. Al ser un ave acuática, la caza del atotolin se conducía por medio de canoas a través de las zonas lacustres del Valle de México. Si la empresa duraba más de cuatro días, el ave lanzaba una serie de graznidos para llamar a los vientos y hundir las canoas de sus perseguidores.
Sahagún describe al atotolin como “un ave de cabeza grande y negra, con el pico amarillo, redondo y largo, como de un palmo; tiene el pecho y la espalda blanca (…) tiene las piernas muy cortas y los pies son anchos como un palmo”. Distintas ilustraciones y descripciones como la anterior hacen suponer que el atotolin se basaba en algunas aves acuáticas como las gallinas de agua o los pelícanos.
El tilcuate
En el imaginario mexicano abundan los animales fantásticos pero también los animales reales a los que se les achacan propiedades extraordinarias. Uno de los animales que se encuentra más cargado de mitos es el tilcuate, una culebra del género Drymarchon que se distribuye en los humedales de todo el país. Se dice que esta serpiente tiene la capacidad de hipnotizar a las mujeres que están amamantando para robarles la leche. Esto lo hace a través de silbidos que se asemejan mucho a los humanos, pero que dejan a quien los escucha en un estado de estupor.
Afortunadamente, todas las características maliciosas del tilcuate son terreno exclusivo de los mitos y las leyendas. El tilcuate no es una especie venenosa y rara vez molesta a los humanos. De hecho, es responsable de mantener a raya a algunas especies de fauna nociva, incluyendo ratas y ratones.
Dtundtuncan
Si nos encontráramos con un dtundtuncan veríamos algo muy parecido a un cuervo, aunque una inspección más minuciosa nos revelaría que esta ave se sostiene solamente con una pata y que sus cuencas oculares están vacías. Se dice que hasta hace pocos siglos, el dtundtuncan empollaba sus huevos en los oscuros pasadizos de las ruinas de antiguas ciudades mayas, pero la afluencia de arqueólogos y turistas lo obligaron a retirarse a las profundidades de la selva.
Su nombre significa “el que va por el cielo” y se le considera una de las muchas formas del demonio maya Kakasbal. Las historias cuentan que esta ave acecha a los recién nacidos, a quienes puede matar con su simple aliento.
El ahuizotl
Este animal era una de las criaturas más temibles de la mitología mexica. Según los recuentos de Bernardino de Sahagún, el ahuizotl es un animal monstruoso que habita bajo el agua de canales y lagunas. Tiene la apariencia de un perro o un mono, pero cuenta con una mano al final de la cola que le sirve para atrapar y ahogar a sus presas. El ahuizotl devoraba los ojos, los dientes y las uñas de sus víctimas, desechando el resto del cuerpo, que se podía encontrar flotando en la superficie del agua después de algunos días.
El ahuizótl era considerado un sirviente del dios Tláloc y si sus víctimas eran tratadas como una ofrenda para el dios, estos entraban directamente al paraíso acuático del tlalocan.
Che uinic
Esta criatura forma parte de la mitología maya y también se le conoce como el hombre de los bosques. Si lo tenemos que catalogar en el universo de criaturas fantásticas, el che uinic sería más un gigante que otra cosa, aunque su enorme tamaño no es el único distintivo de este ser. Los mayas dicen que el hombre de los bosques carece de articulaciones y huesos, por lo que su andar es sumamente lento; también tiene los pies invertidos, con los talones hacia el frente, lo que provoca que sus movimientos sean aún más torpes y tenga que usar el tronco de un árbol a manera de bastón para poder sostenerse en pie.
El che uinic suena como un gigante apacible o un guardián de los bosques, pero la concepción de este ser cambia cuando nos adentramos más en sus hábitos alimenticios. El che uinic se alimenta de carne humana y acecha a sus víctimas desde el espesor de la selva, donde se confunde con la vegetación que lo rodea. Si te llegaras a encontrar con él, la única opción para salir con vida del encuentro es hacer acopio de templanza e improvisar alguna rutina para hacer reír a la criatura. Con suerte, sus mismas carcajadas terminarían por derribarlo y abandonaría la cacería.
El che uinic es uno de los bacabes, míticos gigantes del mundo maya que sostenían el cielo sobre sus hombros.
Cipactli
Cipactli, el lagarto negro, es una criatura monstruosa de la mitología mexica. Este monstruo marino —mitad pez y mitad reptil— tiene un cuerpo conformado por 18 bestias distintas y en cada una de sus coyunturas se abre una boca de dientes afilados.
Este monstruo habitaba en el océano primigenio antes de la creación del mundo. Cuenta la leyenda que Tezcatlipoca y Quetzalcóatl le dieron caza a esta criatura para formar la Tierra durante el Quinto Sol. El cuerpo de cipactli se partió en dos y nueve de las criaturas que lo conformaban se convirtieron en el cielo y los otros nueve en el inframundo. El mundo de los hombres se formó en el espacio que quedó entre las dos mitades del monstruo.
Cipactli está relacionado con Tlaltecuhtli, una deidad de los antiguos pueblos mesoamericanos que —al igual que cipactli— era la representación del caos que reinó después del cuarto diluvio y antes de la creación del mundo durante el Quinto Sol. Se dice que el calendario de los mexica consta de 18 meses en honor a los 18 fragmentos de cipactli y el primero de estos ciclos lleva el nombre de esta mítica bestia.