Ya te hemos contado mucho sobre los diferentes aspectos de la grandeza de Tenochtitlan, pero ¿qué hay de su estratificación social? Como en todas las civilizaciones alrededor del mundo, la sociedad puede ilustrarse con una pirámide en la que en la parte superior tenemos al líder principal, gobernante, emperador -en este caso tlatoani-. Por debajo, encontramos el escalón de los señores o tecuhtli, seguidos por los sacerdotes, los comerciantes y la gente común macehualli (los merecedores). En el peldaño inferior tenemos a los tlacotin, que eran una especie de esclavos. ¿Entonces había esclavos en Tenochtitlan? Sí, pero no como te los imaginas.
Para empezar, se trataba de una condición personal, es decir, nadie nacía siendo tlacotin, pues no era algo que se pudiera heredar. En Tenochtitlan todos nacían siendo libres.
También: un tlacotin podía tener propiedades de todo tipo e incluso ser dueño de otros tlacotin.
Tras el fallecimiento de su amo, si habían prestado excelentes servicios, algunos tlacotin eran liberados, y el resto formaba parte de la masa hereditaria.
Los tlacotin podían comprar su libertad, exigirla si demostraban ante un juez que habían sido maltratados, e incluso obtenerla si llegaban a casarse con sus amos o tenían hijos con ellos.
Otro de los métodos para obtener la libertad consistía en escapar de su amo en un tianguis o mercado y pisar un excremento humano. En ese caso, un juez aprobaría la moción para dejarlo ser libre una vez más, dándole nuevas ropas que nada tuviesen que ver con su antigua condición de tlacotin.
Los únicos que podían frustrar la huída del tlacotin eran los familiares de su dueño. Si alguien ajeno lo intentaba, el tlacotin podía apelar, siendo la consecuencia que aquel que frustró el escape también obtendría la condición de tlacotin. Por ello, la gente no actuaba ante las fugas de este tipo.
¿Hasta aquí te parece que es un invento nuestro? veamos lo que dicen los españoles al respecto:
“…y aún me parece que estos que llaman esclavos les faltan muchas condiciones para ser propiamente esclavos, porque los esclavos de la Nueva España tenían peculio, adquirían y poseían propio y no podían ser vendidos…”.
(Memoriales de Fray Toribio de Motolinia).
Otra ventaja con la que contaban los tlacotin era que no podían ser vendidos sin su consentimiento, a menos que un juez así lo ordenara por considerarlo incorregible, ya sea por pereza, reiterados intentos de fuga o mal comportamiento.
A estos incorregibles se les colocaba un collar de madera, que no era precisamente para revelar su condición de tlacotin, sino para volver más difíciles las huidas. Así, ya no podría correr libremente entre la multitud o ocultarse en lugares estrechos. Sin embargo, si lograba llegar a un palacio o templo, ahí mismo podía recuperar su libertad.
¿Cómo llegaba uno a ser tlacotin si no era una condición hereditaria?
Los tlacotin se encontraban en una situación de deuda, ya sea por un delito o por apuestas. Incluso aquellos que se encontraban condenados a muerte podían solicitar la conmutación de la pena, conservando su vida pero como tlacotin.
Los padres también podían vender a sus hijos como tlacotin ,como castigo durante un tiempo determinado por mal comportamiento. Claramente, este castigo se levantaba una vez que el niño asumiera un buen comportamiento.
También existía la posibilidad de venderse a sí mismo como tlacotin, trabajando para su nuevo amo hasta cumplir con el pago total de la deuda. Era tomado como un trabajo para quienes habían llegado a caer en la miseria.
Interesante forma de esclavitud ¿no crees?. Pero como te mencionamos líneas arriba, esta condición no afectaba a los niños, pues -como recordarás-, era el estado mismo el que se encargaba de la educación y alimentación de estos en las escuelas, por una ley promulgada por Moctezuma Ilhuicamina (seguramente por consejo de Tlacaélel). Así que las malas decisiones de los padres no tenían repercusión en el desarrollo de los pequeños.
Bueno, ahora sabes un poco más sobre la esclavitud en Tenochtitlan, que es más compleja que lo que te acabamos de contar y, a pesar de ser esclavitud, era más humana que la que los europeos practicaban. Si no me crees, lee el siguiente fragmento:
“El hacer esclavos, entre estos naturales de la Nueva España, es muy al contrario de las naciones de Europa, y es cosa tan dificultosa acabarla de bien entender, como cualquiera de las ya dichas, y a mi ver no he sentido cosa más escabrosa e intrincada como ésta…”.
(Memoriales de Fray Toribio de Motolinia).
Vaya que a los españoles de aquella época no les alcanzaba el entendimiento para comprender cómo puede alguien ser esclavo y tener privilegios al mismo tiempo, o cómo es posible que alguien no pueda libremente ser dueño de una persona sin restricción alguna. En fin, cosas de europeos.