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7 animales mexicanos que convivieron con los dioses

México
by Xiu 30 Mar 2020

En la época prehispánica, los pueblos nativos tenían una cosmovisión totalmente diferente del mundo, en la que los animales eran una parte esencial de la creación, de la vida y de la muerte, por lo que un sinfín de leyendas se crearon en torno a ellos. Con la llegada de los españoles, muchas cosas cambiaron, entre ellas el respeto y el carácter sagrado que se les otorgaba a los animales, que comenzaron a ser vistos como objetos que se pueden poseer, cazar y tomar a placer, lo que en nuestros días ha llevado muchas especies al borde de la extinción. Hoy te voy a contar sobre algunas de las leyendas protagonizadas por animales mexicanos y dioses.

Crédito: @tlatoanielxolo

El tlacuache

Uno de los animales que juega un papel muy importante en la mitología del mundo nativo es el tlacuache, que hoy en día es visto como una plaga y que se ve constantemente amenazado por los ataques humanos. Según la cosmovisión wixárika, este animalito fue el responsable de regalarle el fuego a la humanidad.

Según la leyenda, antes de la aparición del fuego la humanidad llevaba una vida dura en extremo a causa de las inclemencias del clima. Así que un día en el que un rayo cayó sobre un árbol y provocó un incendio, los wixarika intentaron de muchas formas apoderarse del fuego, fracasando en cada ocasión.

Fue así que el coyote, el venado, el armadillo, la iguana y el tlacuache se reunieron compadecidos del sufrimiento de la humanidad y, por sorteo, acudieron cada uno para robar el fuego, fracasando todos, hasta que llegó el turno del tlacuache.

Nuestro héroe permaneció durante siete días sin moverse cerca del fuego, para evitar cualquier peligro, hasta que finalmente aprovechó para robarlo, llevándolo encendido en su cola.

Sin embargo, fue descubierto por los guardianes del fuego, quienes lo golpearon casi hasta su muerte. A pesar de ello, el tlacuache triunfó, pues en su marsupio había guardado una pequeña brasa que fue su regalo para la humanidad.

El búho

Otro animal muy famoso dentro de las leyendas prehispánicas es el búho, que entre los mayas es un emisario de los señores de la muerte que viven en el inframundo llamado Xibalbá, tal como podemos apreciar en el libro sagrado del Popol-Vuh, cuando Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú reciben la visita de unos extraños mensajeros para disputar un juego de pelota:

“-Id, les dijeron, Ahpop Achih, id a llamar a Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú. «Venid con nosotros», les diréis. «Dicen los Señores que vengáis.» Que vengan aquí a jugar a la pelota con nosotros, para que con ellos se alegren nuestras caras, porque verdaderamente nos causan admiración. Así, pues, que vengan, dijeron los Señores. Y que traigan acá sus instrumentos de juego, sus anillos, sus guantes, y que traigan también sus pelotas de caucho, dijeron los Señores. «Venid pronto, les diréis», les fue dicho a los mensajeros.

Y estos mensajeros eran búhos: Chabi-Tucur, Huracán-Tucur, Caquix-Tucur y Holom-Tucur, Así se llamaban los mensajeros de Xibalbá.

Chabi-Tucur era veloz como una flecha; Huracán-Tucur tenía solamente una pierna; Caquix-Tucur tenía la espalda roja, y Holom-Tucur solamente tenía cabeza, no tenía piernas, pero sí tenía alas.

Los cuatro mensajeros tenían la dignidad de Ahpop-Achih. Saliendo de Xibalbá llegaron rápidamente, llevando su mensaje, al patio donde estaban jugando a la pelota Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú, en el juego de pelota que se llamaba Nim Xob Carchah. Los búhos mensajeros se dirigieron al juego de la pelota y presentaron su mensaje, precisamente en el orden en que se lo dieron Hun-Camé, Vucub-Camé, Ahalpuh, Ahalganá, Chamiabac, Chamiaholom, Xiquiripat, Cuchumaquic, Ahalmez, Ahaltocob, Xic y Patán, que así se llamaban los Señores que enviaban su recado por medio de los búhos”.

Este carácter de emisarios de la muerte sigue vigente hasta nuestros días. Incluso, durante la época colonial surgió un refrán que dice “cuando el tecolote canta, el indio muere”, ya que para los nativos el canto del tecolote (búho) representaba un aviso de la proximidad de la muerte.

El xoloitzcuintle

El xoloitzcuintle es una de las tres razas cien por ciento mexicanas y, según la cosmovisión nahra, este perrito es quien nos acompaña en la primera de las nueve pruebas del Mictlán, el cruce del río Chiconahuapan. Así lo relata Bernardino de Sahagún en “Historia general de las cosas de Nueva España”.

“Y más hacían al difunto llevar consigo un perrito de pelo bermejo, y al pescuezo le ponían hilo flojo de algodón; decían que los difuntos nadaban encia del perrillo cuando pasaban un río del infierno que se nombra Chiconahuapan…”.

Pero no bastaba morir para cruzar este río, sino que había que haber tratado bien a los perros estando en vida, para que al morir ellos pudieran reconocer a su amo:

“Dicen que el difunto que llega a la ribera del río arriba dicho, luego mira al perro, si conoce a su amo luego se echa nadando al río, hacia la otra parte donde está su amo y lo pasa a cuestas. Por esta causa los naturales solían tener y criar a los perritos, para este efecto; y más decían, que los perros de pelo blanco y negro no podían nadar y pasar el río, porque dizque decía el perro de pelo blanco: yo ya me lavé, y el perro de pelo negro decía: yo me he manchado de color prieto, y por eso no puedo pasaros. Solamente el de pelo bermejo podía pasar bien a cuestas a los difuntos…”.

El conejo, el águila, el jaguar y el ajolote

Según la leyenda de los soles, durante la creación de nuestro mundo hubo dos deidades propuestas para la creación de nuestro sol: uno de ellos era Tecuciztécatl, un dios soberbio, y el otro era Nanahuatzin, un dios enfermo y pobre. La misión era que uno de ellos se arrojara a la hoguera divina que habían encendido los dioses creadores en Teotihuacan.

Llegado el momento, Tecuciztécatl tuvo miedo de inmolarse a sí mismo dentro de dicha hoguera y no pudo completar la tarea, así que Nanahuatzin tomó la iniciativa y corrió hasta fundirse con ella…

“…en un momento se abrasa en llamas y resplandece cuando arde. Cuando el señor caracol (Tecuciztlecatl) vio al otro que ya se estaba ardiendo, también él se lanzó al momento y también se abrasó en llamas.

Y es fama que entonces entró también el águila (cuauhtli) al fuego, se fue en pos de ellos, se abalanzó al fuego, en el fuego se metió, y se quemó enteramente: por esto tiene el plumaje todo oscuro y requemado. Y también se metió el Tigre (jaguar), pero no se quemó mucho cuando en el fuego cayó: solamente se chamuscó, se pintó con el fuego, no del todo se quemó, a medias sintió los efectos del fuego: por esto solamente tiene la piel manchada, como teñida de tinta; manchado en parte y salpicado de color negro…

Y al fin salió el Sol, al fin se puso delante, rojo, enteramente, cual si de color hubiera sido teñido. Una vez salido, se estuvo contoneando de un lado a otro. Nadie podía verle el rostro, mortificaba los ojos, mucho resplandecía y lanzaba de sí rayos. Su irradación llegó a todas partes, a todas partes penetró su calor. En pos de él salió el Señor del Caracol, y le iba siguiendo en el mismo punto del oriente, al lado del que en sol se había mudado…

Cuando los dioses miraron que era igual el resplandor con que ambos relucían, otra vez hicieron consejo entre sí y dijeron: “¿Cómo ha de ser? ¿Cómo ha de hacerse esto? ¿Acaso los dos unidos irán siguiendo el camino? ¿Acaso han de relucir con igual luz ambos?” Y todos los dioses dieron la sentencia: “¡Sea, hágase esto¡” Entonces uno de ellos (Quetzalcóatl) salió corriendo, hirió la cara del Señor del Caracol, dándole con un conejo, y así le estragó la cara, la hirió tal cual hoy se mira…”.

Sin embargo, la historia no acabó ahí, y los dioses notaron que el sol y la luna no podían moverse, así que Quetzalcóatl determinó que aquellos astros requerían del sacrificio de los dioses creadores para perpetuar su movimiento. Sin embargo, uno de los creadores no tenía motivos para ofrendar su propia vida y huyó:

“Entonces el dios del viento se puso a hacer un oficio y dio muerte a todos los dioses. Un dios hubo, sin embargo, que, como la fama cuenta, se resistía a morir. Era Xólotl, que decía: “¡Oh dioses, que yo no muera!” Y entre tanto lloraba, lloraba tanto que los ojos se le inflamaron, se le hincharon los párpados. Y cuando a él llegó la Muerte, él se lanzó a huir corriendo ante ella. Se escabulló y fue a refugiarse entre las matas del maíz verde. Allí tomó el aspecto y la forma de una caña, en caña doble se convirtió, de las que tienen doble tallo, y se llama por esto Doble -Labrador. Pero, visto entre las matas, otra vez se echó a huir frente a su perseguidor, y se fue a meter entre los magueyes, y también se convirtío en maguey de doble corazón, por lo cual se llama Doble-Maguey. Pero aún allí fue visto y de nuevo huyó y se fue a meter en el agua, y se convirtió en ajolote: pero al fin allí le atraparon y le dieron muerte”.

Es así como estos cuatro animales aparecen como íconos dentro del mito de la creación, y de ahí su carácter sagrado en la mitología nahua.

Fuente: Versión de Ernesto de la Torre, en “La leyenda de los soles”.

Estos siete animales han ayudado a la humanidad a salir de grandes apuros; tal vez si recordáramos más seguido estas leyendas sobre animales mexicanos y dioses seríamos mucho más considerados con ellos, ¿no crees?