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Carta abierta al español neutro

Caribbean América del Sur México
by Sebastián Defeo 4 Jun 2018

Querido español neutro,

Jamás me gustaste y nunca supe muy bien por qué hasta hace poco.

Pasa que siempre me resultaste una cosa rara, un Frankenstein idiomático. Siempre preferí martillarme los pies antes que escucharte. Pero así y todo te escuchaba. Porque irremediablemente tarde o temprano aparecía un nene, el hijo de un amigo, un sobrino, y me hablaba con tu voz. “Pasame el balón”. ¡Acá se dice “pelota”, nene!

El nene tenía un acento que era el nuestro pero a la vez no. Palabras que eran las nuestras pero a la vez no. Se sentía inquietante. Como supongo se deberá sentir hablar con un androide, que por fuera parece humano pero se palpita la frialdad del engranaje por debajo.

A eso sonás, español neutro. A engranaje y frialdad y a una lija.

No era culpa del nene. Apenas repetía lo que había visto en dibujitos animados. Somos bichos repetidores, los humanos. Tanto que a veces no sabemos lo que estamos haciendo o diciendo. Simplemente repetimos, asumiendo que está bien.

¿Sabés qué? Siempre creí entender tu engranaje, el motivo de tu existencia.

Solía creer que eras una forma de interseccionar a todos los acentos castellanos, sus palabras, sus expresiones, sus peculiaridades. Volverlos una sola cosa para así poder usarla en todos los países de habla hispana. Creía que abaratabas costos al permitir doblar una única vez una película y venderla a toda Latinoamérica, de manera que se sienta de todas partes y a la vez de ninguna. Creía que ayudabas a una banda o a un cantante a llegarle a una mayor audiencia con tu “neutralidad”.

Creía que existías apenas para tratarnos como consumidores y lucrar con nosotros gastando lo menos posible.

Qué ingenuo que era.

En tu engranaje hay algo mucho más cruel, más peligroso, que necesita ser degollado cuanto antes. Hay un proyecto de homogeneización cultural.

¿Sabés qué más? Yo llegué a coquetear con vos. Me avergüenza pero es cierto. Pasa que mi sueño era escribir series y películas, filmarlas en un garage con amigos y lanzarlas al mundo.

“Esto es muy argentino,” me decía alguien que había leído el guión. “No sé si, ponele, un colombiano o un mexicano va a entender muchas expresiones que son de acá. Tenés que aguarlo un poquito para salir a venderlo a otros mercados hispanohablantes.”

“Aparte, pensá en el acento”, me decía otro. “¿Qué hay? Unas telenovelas mexicanas, cada tanto algo de España. Pero después, el 90% de lo que miramos en Argentina no es de otros países latinoamericanos porque la verdad es que nos jode el acento. Por lo tanto, para salir a otros países tenés que hablar con un acento rioplatense menos fuerte para que pase desapercibido.”

Lo confieso.

Hablamos de usarte.

Pero nos parecías tan frío e irreal. En un dibujito animado puede ser que funciones. En una película que se sabe es doblada, el español neutro es casi algo informativo. Pero después no. No encontrábamos la forma de unir a todo el continente en una sola voz.

La otra opción nos la dio un productor de una multimedia internacional al que queríamos involucrar. “Es muy difícil proyectar algo en castellano que se vea. Cada tanto intentan hacer una serie con un actor mexicano, otro argentino, un español, un colombiano. Tener un popurrí de acentos. Pero no funciona. Por eso le recomiendo a todos olvidarse de producir contenido en castellano. Hay que hacer cosas en inglés.”

Es más probable que mires algo que está en inglés, subtitulado, que algo que está en castellano pero con un acento diferente al tuyo. Molesta, distrae. Por supuesto que hay excepciones. Pero son sólo eso. Excepciones. La gran mayoría de lo que ves es en inglés.

Entonces yo escribí en inglés, me junté con actores yanquis que vivían en Buenos Aires, discutimos sobre cómo hacer que locaciones argentinas parezcan norteamericanas.

Esa locura me parecía normal.

Esa estupidez me parecía normal.

En mi vida, la apabullante mayoría de películas y series y música estuvieron siempre en inglés. Era normal que de alguna manera tratara de emular eso. Somos bichos repetidores, los humanos. Tanto que a veces no sabemos lo que estamos haciendo o diciendo. Simplemente repetimos, asumiendo que está bien. Supongo que yo hacía lo mismo que esas bandas que en vez de cantar en castellano, el idioma en el que nacieron, el idioma en el que sienten, lo hacen en inglés buscando alcanzar una proyección internacional.

¿Pero sabés qué?

Estaba en Asia cuando pasó. Salió una canción que me cambió la cabeza, que desnudó al verdadero engranaje de todo, que quizá cambie el destino de los idiomas del mundo.

“Despacito”.

Sonaba todos los días.

Pero todos.

Todos.

Todos.

Era raro ver malayos, chinos, tailandeses con remeras que tenían escrito partes de la letra.

Era raro verlos intentando cantarla en español mientras caminaban por la calle y la oían sonando en un bar.

Era particularmente raro sentarse en ese bar.

Tomarse una cerveza.

Y ver a la banda que tocaba covers cantándola.

Intentando pronunciar las palabras como mejor podían.

Ver a la gente del público moviendo sus labios, largando vaya uno a saber qué sonidos.

Fue ahí cuando pasó.

Fue ahí cuando me pregunté por qué eso era raro.

¿Por qué no era rarísimo que un tailandés tenga una remera con una frase inglesa pero sí lo era con una en castellano?

¿Por qué no era rarísimo que una banda de malayos en Malasia tocara canciones exclusivamente yanquis (con dos o tres de Inglaterra) para un público compuesto por turistas de todas partes?

¿Por qué no es rarísimo que el mundo entero escuche música de uno o dos países, tres como mucho, cuatro si sos extravagante?

Lo mismo con las películas, las series.

Todo lo que vemos y escuchamos y leemos es de uno o dos países, tres como mucho, cuatro como wow. Hay (discutiblemente) 190 países en el mundo. ¿El arte de los restantes 186 es caca?

¿O simplemente no nos llega porque hay un poder económico interesado en que no nos llegue para así vendernos sus historias?

Parece que me estoy yendo por las ramas pero bancame, español neutro. Te juro que esto va a un lado. Esto va derechito a tu muerte.

Pensá en esto. Cuando nos hacemos los modernos, los cancheros, los irónicos, los cómicos, ¿de qué idioma pedimos prestada una palabra o una expresión? ¿Del hindi, el japonés, el polaco? No. Del inglés. Siempre del inglés. Hay siete mil lenguajes en el mundo. Siete mil. ¿Será coincidencia que tomemos a uno sólo entre siete mil como única referencia?

No sólo lo hacemos los hispanohablantes… Escuché a muchos asiáticos hacerlo, decir algo como: “Conchi chuan chi chuan no problem, man.”

Escuché también a muchos asiáticos de distintos países hablar entre ellos en inglés. Estando tan cerca recurrían a un lenguaje tan lejano, con otra sonoridad, otro alfabeto, para poder hablarse.

Se hablaban entre ellos en inglés, el lenguaje de aquellos que llegaron a sus tierras y libraron guerras y violaron mujeres y robaron tesoros y derrocaron gobiernos y achicaron imperios y pisotearon costumbres y los colonizaron y los hicieron pelearse entre ellos y los consideraron inferiores. Está tan arraigada esa mierda de “superioridad” que en muchos países asiáticos ver a un occidental es buena suerte y pueden llevarte a que toques a sus cabras para bendecirlas y que den más leche.

Siempre me dije lo mismo estando acá en Asia: son tantos países tan hermosos, con tanta cultura, tanto que ofrecerle al mundo. Si hablaran todos el mismo idioma no los pararía nadie.

Y de repente me di cuenta.

Nosotros lo hacemos.

Somos tantos países tan hermosos, con tanta cultura, tanto que ofrecerle al mundo.

Somos el único puto continente en todo el puto mundo que habla casi el mismo idioma. No hay otro idioma que sea hablado por tantos países (producto de otro imperialismo histórico, el de España en su momento).

¿Entonces por qué mierda recurrimos al inglés? ¿Por qué pensamos que tenemos que o aprender inglés o traducir lo que hacemos al inglés si queremos más oportunidades? ¿Por qué mierda no pensamos cómo mejor conectarnos entre nosotros?

Ese es el engranaje del imperialismo: desestabilizar, dominar.

Un profesor de la universidad me lo contó hace más de una década y todavía me lo acuerdo. Cuando los ingleses hicieron los trenes en Argentina fue con una red en forma de embudo. Todos los puntos iban hacia Buenos Aires. Lo que les importaba era sacar la materia prima del país y a la mierda. Pero cuando lo hicieron en Canadá, los tipos se plantaron: “la red acá tiene que ser una cuadrícula para que estemos bien conectados entre nosotros”. Insistieron e insistieron y no quedó otra y lo hicieron así.

Fíjate cómo está Argentina, fíjate cómo está Canadá.

Cualquier imperio, cualquier padre violento, cualquier lo que sea que busque dominar, lo que hace siempre es hacer pelear a los otros entre sí, crearles un villano para distraerlos de que son ellos el verdadero villano. Eso es central en el engranaje de construcción de poder.

Fue en un hostel en Malasia.

Nos juntamos de casualidad con unos mexicanos, unos españoles, un colombiano y nosotros de Argentina. Charlamos y nos reímos de las expresiones y las palabras del otro, del acento. A cada uno le dieron ganas de empezar a incorporar cosas de cómo hablaba en otro.

Fue hermoso.

¿Por qué no podemos hacer eso?

¿Por qué no podemos tirarte a la mierda a vos, español neutro, lija de personalidades, embudo de trenes, y disfrutar de las formas de hablar de nuestros vecinos?

Que una película la doblen unos mexicanos, que otra unos peruanos.

Que el 90% de las series y películas y música que nos atraviesan todos los días NO sean yanquis o inglesas.

Porque uno puede creer que las elige por gusto. Como puede uno creer que todos hablamos castellano por gusto y no porque vino un poder económico, desestabilizó, mató, torturó, saqueó, violó, mató más, pisoteó creencias, rompió costumbres, mató más y más y más.

La verdad es que elegimos mucho menos de lo que creemos. Somos todos una vía de tren solitaria yendo derechito al bolsillo de quienes dicen ser nuestros héroes.

Basta.

Es hora de volvernos cuadrícula, de conectarnos entre nosotros.

Es hora de darnos cuenta de que toda la puta vida vivimos creyendo que tenemos que estudiar inglés para tener más oportunidades y nunca jamás se nos cruzó decir: “Momento, somos el segundo idioma con más nativos en el mundo, el único hablado en tantos países. Quizá son ellos los que deberían aprender español, salgamos a enseñarlo.”

Es hora de avivarnos: cada vez que alguien revolea los ojos ante la frase “la gran patria latinoamericana”, esa persona no tiene una mejor idea, no propone nada, no hace otra cosa más que serle funcional al poder económico que se está metiendo en su bolsillo y le dice cuál es el villano y cuál el héroe. Es hora de que nos celebremos entre nosotros.

Basta. Es hora de tirarte a la mierda, español neutro.

Sos hijo de los que piensan que todos los latinos bailamos tango y salsa y usamos un sombrero de frutas y tomamos cocaína y dormimos siesta y comemos tacos y tenemos siete hijos y somos pasionales y vagos y dramáticos y no sé qué más.

Sos la mano que borra a la voz de cada país. No buscás conectar, buscás separar. Buscás que nos acostumbremos tanto a escucharte que si de repente estamos frente a un acento real de un lugar real, eso nos cueste, nos incomode, y volvamos corriendo a vos. Como vías de tren de embudo. Todos hacia vos.

Sos la mismísima voz de quién nos discrimina, nos menosprecia.

Existís como consecuencia de los soretes que se ensanchan los bolsillos con nosotros.

Existís para no escuchar al vecino, para no aprender a vivir con las diferencias.

Existís para lijar su personalidad.

Existís para que no reparemos en todas esas regionalidades, todas esas particularidades, en las palabras que nos llegan del quechua, del mapudungun, del guaraní, del nahuatl, y de tantos otros idiomas nativos que se cuelan en el “español”. Existís para que no reparemos en que somos muchos, muchísimos, y que nos entendemos.

Basta.

Somos muchos y nos entendemos.

Somos muchísimos y nos entendemos.

Y no sé para vos, pero para mí eso es chévere.