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Cómo salir airoso de una conversación con un porteño

Ciudad de Buenos Aires
by Germán Lerzo 15 May 2018

Hacé que el otro asuma la voz de la experiencia.

Un porteño siempre estará bien dispuesto a conversar. Si recién lo conociste y querés empezar una conversación, formulá preguntas generales o particulares, pero hacele sentir que el saber lo tiene él (o ella), y que su conocimiento te puede ayudar. Preguntale qué lugares te recomienda visitar; dónde deberías ir para comer buena carne; o qué recaudos deberías tomar para moverte seguro en Buenos Aires. Dejalo hablar y poné cara de estar muy interesado. Pocas cosas más emocionantes para un porteño que la sensación de ser útil con un extraño.

Tené una opinión formada sobre el país.

A los argentinos, y a los porteños en particular, les gusta saber qué opinan los extranjeros sobre su país. No importa que tu opinión no sea la de un experto, alcanza con que esté mínimamente fundamentada. Si un porteño te pregunta cómo ves el país, no te olvides de mencionar aquellas cosas que queremos escuchar: decí que este es un país rico y próspero, y que no entendés por qué tiene tantos problemas económicos; sugerí que la corrupción existe en todos los países y que Argentina no es la excepción; decí que los argentinos son muy simpáticos, pero un poco engreídos y vas a salir del paso en toda conversación.

Aceptá las salidas viables que te propongan.

Si ya hiciste amigos en Buenos Aires, verás que siempre tienen un plan para proponerte. A los porteños no les gusta hablar por teléfono, así que todo se arregla por WhatsApp: desde una invitación al cine hasta una propuesta de casamiento. Si te proponen ir a un bar, la forma local de decir “sí” es “dale”. Es equivalente a la expresión “vale” que usan en España. No te olvides de esto: “dale” es la forma con que tenés que confirmar todo en una conversación.

¿Vamos al cine?
Dale (sí).

Esta noche comemos asado.
Dale (buena idea).

Relativizá con Estoy llegando…

Si bien la expresión no reviste mucho misterio, los porteños suelen usarla cuando están llegando tarde a algún lugar y quieren tranquilizar a quien los espera. La puntualidad no es una virtud entre los argentinos. Por eso cuando estés demorado a la cita, decí “estoy llegando” aunque recién hayas salido de tu casa. En Argentina, el transporte público siempre se demora, así que podés culpar al colectivo o al subte que nadie te recriminará nada (ver unos puntos más abajo).

Lanzá un ¿Tomamos una birra?

Si estás en medio de una conversación y querés que la charla continúe, decí: “¿tomamos una birra?”. Esta expresión local es un derivado fonético de la palabra inglesa beer, que significa cerveza. Difícilmente un porteño vaya a negarse a una de sus costumbres más arraigadas. Lo más probable es que se trate de una cerveza artesanal, que ahora se pusieron de moda en Buenos Aires. Casi todos los bares tienen variedades para ofrecer que, lamentablemente, sirven siempre tibia.

Hablá de fútbol, no falla.

En un país futbolero como argentina donde todos son directores técnicos sin diploma, sacar el tema del fútbol en una charla te puede salvar cuando la conversación decae. Viajando en taxi, cenando con amigos, en un bar, la charla sobre fútbol siempre suma y más ahora que está por empezar el mundial. Messi, Maradona, el desempeño de la selección argentina, el club Boca Juniors o la bombonera, todos son temas que le van a interesar hablar a un porteño. Eso sí, no se te ocurra decir que Brasil va a salir campeón del mundo: podés salir lastimado.

Aprendé a zafar con No da.

Cuando algo no vale la pena, los porteños usamos esta expresión. Si alguien nos invita al cine y en la calle llueve intensamente; si nos quieren llevar a una fiesta en la que no conocemos a nadie; o nos proponen robar un banco y no tenemos la certeza de que vaya a salir bien, la respuesta que damos a todos estos casos es: “No da”. Así que si un porteño te propone hacer algo de lo que no estás muy convencido, podés responder con esta expresión y todos van a entenderte.

Sugerí que alguien es un facho.

Este término, “facho”, tiene un valor peyorativo, ya que se aplica para indicar que una persona simpatiza con todas las formas del fascismo. Con tener opiniones en contra de los inmigrantes, de los pobres, de la libertad sexual y de los derechos sociales, alcanza para ser considerado un facho en Buenos Aires. Si escuchás a alguien hablando así, podés preguntar bajito, en complicidad con un tercero, “¿me parece a mí o este es un facho?”. Es una estrategia para iniciar la charla que puede llegar a funcionar… siempre que el cómplice elegido no sea también un facho.

Quejate del tránsito y del transporte público.

En Buenos Aires, tomar un taxi en hora pico es una inversión de tiempo y de dinero que no deberías intentar. El tránsito es un caos: la ciudad quedó chica para tantos autos y las protestas sociales pueden paralizar media ciudad. Así que quejarse del tránsito es un principio de acuerdo en toda conversación y puede sacarte del apuro en muchos casos. Si llegás tarde a una cita decís: “el colectivo se demoró una eternidad”. Si llegás tarde al trabajo decís: “el subte venía lleno y tuve que dejar pasar dos trenes”. A todos los porteños les pasó alguna vez y nadie va a contradecirte… aunque si hay algún facho en la habitación, quizás te sugiera que te vuelvas a tu país si no te gusta. Quejarte de algo siendo extranjero probablemente sea un buen detector de fachos.

Hablá del clima… especialmente de la humedad.

El clima siempre es un salvoconducto de todas las charlas con conocidos y desconocidos. El calor y la humedad pueden postergarse más allá del verano, y el otoño parece no llegar nunca. Así que muchas expresiones sobre el tiempo pueden allanarte el camino para la comunicación. Si decís: “Qué locura esta humedad”; “cuándo terminará de llover”; “quién se robó el invierno en esta ciudad” o “parece que la primavera se nos anticipó”, un buen porteño sabrá cómo continuar la charla con observaciones sobre el clima que más conocen y padecen.

No tengas miedo a ser un poco exagerado.

Los porteños somos exagerados, y a veces caemos en el error de decir que tenemos la mejor carne del mundo, los mejores futbolistas del mundo, las mujeres más lindas, y hasta ¡pizza que es más rica que en Italia! Por eso no temas en exagerar un poco las cosas, un porteño te reconocerá como un igual. Cuando te sirvan un plato de pasta, decí: “los mejores ravioles que comí”; si te dan a probar un Malbec, asegurá que es “el mejor vino tinto que probaste”. Y tratá de averiguar cómo se producen en esta tierra. Todos sabrán explicarte.

Nunca des por sentado nada.

Del mismo modo que un porteño puede armar un plan de la nada, también puede deshacerlo. Si te invitan a un asado el jueves a la noche, no lo des por sentado hasta último momento. Por eso solemos decir: “vamos viendo”, “hablamos el jueves” o “después te confirmo”. Todos los proyectos en Buenos Aires pueden ser reprogramables. Tenés que acostumbrarte a que la vida aquí es tan cambiante como el rumbo de la economía.

Sé políticamente correcto, aunque algunos porteños no lo sean.

En Argentina como en el resto del mundo, ser políticamente correcto es un signo de educación que siempre se valora. Más allá de los chistes sobre la actitud, la incorrección y el ego de los porteños, desde hace unos años Buenos Aires es una de las capitales del progresismo. Buenos Aires, por ejemplo, es la primera ciudad sudamericana donde se aprobó el matrimonio entre personas del mismo sexo en 2010. Si ves algo en la calle que te llame la atención, sé curioso y preguntá si tenés la oportunidad, y sobre todo sé respetuoso ante las diferencias ajenas. En esta urbe multicultural y multifacética, aprovechá tu estadía para aprender sobre los habitantes de la ciudad. Nadie se negará a la charla si está bienintencionada.