En la actualidad se sabe que uno de los aspectos característicos de los pueblos nativos prehispánicos era el uso de las plumas en sus atuendos, aunque estas no eran en absoluto una pieza de uso cotidiano en las sociedades de entonces, sino que su empleo estaba destinado únicamente a la decoración de templos y palacios, y a confeccionar los ricos atuendos de quienes ostentaban rango y poder.
Las plumas eran tan exclusivas que formaban parte del tributo de los grandes reinos, así como también del comercio, y la dificultad de su trabajo llevó a crear un gremio especializado de artesanos. Lamentablemente, debido a su fragilidad y valor, pocos objetos de este arte llegaron hasta nuestros días.
Pero comencemos por el principio, entendiendo que las aves en Mesoamérica siempre han sido muy variadas y que se desarrollan en ecosistemas terrestres, marinos y de agua dulce. Conforman el once por ciento de las especies que existen a nivel mundial y (escucha bien) más de 100 de estas especies son endémicas de México. Es decir, no existen en ninguna otra parte.
En Mesoamérica se utilizó una gran variedad de plumas multicolores y de diferentes tamaños para confeccionar distintos objetos. Algunos ejemplos de ello son:
Entre los diversos artefactos elaborados con plumas se encontraban:
Además, las plumas de mayor exclusividad que producen efectos de luz (brillo, tonos variables y tornasolados), se combinaban con otros materiales como piedras pulidas, perlas, conchas, oro y plata, constituyendo verdaderos artículos de lujo.
El carácter simbólico de cada ave era además atribuido a sus plumas. Entre los nahuas, por ejemplo, las plumas del águila hacían referencia al sol; y las del colibrí se asociaban a Huitzilopochtli y a la guerra.
Pero para adquirir las plumas necesarias, los reinos nativos tuvieron que diseñar estrategias para caza y preservación de estas, tales como los aviarios de Moctezuma en Tenochtitlan, descriptos por Hernán Cortés en su “Cartas de Relación”:
“En esta casa tenía diez estanques de agua donde tenía todos los linajes de aves de agua que en estas partes se hallan, que son muchos y diversos, todas domésticas. Y para las aves que se crían en la mar eran los estanques de agua salada y para las de ríos lagunas de agua dulce, la cual agua vaciaban de cierto a cierto tiempo por la limpieza y la tornaban a henchir con sus caños…
…Había para tener cargo destas aves trescientos hombres que en ninguna otra cosa entendían. Había otros hombres que solamente entendían en curar las aves que adolecían. Sobre cada alberca y estanques de estas aves había sus corredores y miradores muy gentilmente labrados donde el dicho Montezuma se venía a recrear y a las ver”.
También en la cerámica maya podemos apreciar el registro de trampas, cebos, redes y cerbatanas para poder capturar a las aves. Y, gracias a documentos del siglo XVI, hoy se sabe que en aquel entonces se utilizaban más de veinte tipos de aves en la producción del arte plumario en el imperio mexica:
Quetzaltototl, quetzal
Tzinitzcan, coa mexicana
Tlauhquechol, espátula rosada de América
Xiuh Quechol, quecholli de color turquesa
Zacuan, oropéndola de Moctezuma
Chalchiuhtotolin, mielero dorsioscuro
Xiuhtototl, cotinga azuleja
Xochitécatl, tucán esmeralda
Quappachtototl, cuclillo canelo
Toztli, Loro de cabeza amarilla
Alo, guacamaya
Cochóhuitl, loro de frente blanca
Quiliton, periquito azteca
Tlalacuetzali, loro de corona roja
Aztatl, Garceta nivea de América
Tzánatl, zanate
Cuitlatexotli, guacamaya (azul y verde)
Chamulin, tordo
Huitzitzilin, colibrí
Xiuhuitzili, colibrí de costa
Quetzalhuiliztin, Colibrí coliancho
Tleuitzilin, colibrí de Allen
El arte plumario encontró su más alto desarrollo en el siglo XV y esto podemos apreciarlo en el Códice Florentino, que nos deja ver la actividad de los artesanos especializados en plumas, llamados amantecatl, de los que había algunos viviendo y trabajando exclusivamente en los palacios, y otros de forma independiente, en los barrios.
En cuanto a su forma de trabajar hoy se sabe que había dos técnicas diferentes: una era el mosaico de plumas pegadas y la otra el anudamiento de plumas.
Pero antes de ello el amantecatl debía procesar su materia prima que eran el agave, el algodón y el bambú para elaborar papel; también redes, textiles, esteras, hilos y cordelería. Y debía elegir un adhesivo.
Una vez seleccionadas también las plumas, se lavaban y algunas se teñían para proceder a confeccionar el objeto deseado.
Al utilizar la técnica del mosaico se podían pegar entre sí, o podían ser adheridas a un soporte. Para la técnica del anudamiento se anudaban decenas, cientos o miles de plumas de forma consecutiva.
Aunque también existió una técnica de hilos emplumados, en la que se hilaba el algodón con plumas muy delicadas y se constituía así un hilo único.
Pero para nuestra mala fortuna, de los miles de objetos plumarios de aquella época, hoy solo sobreviven seis, que son cuatro escudos pequeños, un pequeño disco y un penacho, pues los españoles robaron o destruyeron los demás.
Crédito: @museodehistoria
Este arte deslumbró incluso a Europa, tras la invasión española. Los frailes utilizaron el mosaico de plumas para transmitir los mensajes de su religión y podemos ver algunos ejemplares en la Escuela de Artes y Oficios de San José de los Naturales. Si tienes ganas de apreciar algunos de estos trabajos en mosaico, puedes visitar el Museo Soumaya, el Franz Mayer; el Museo Guadalupe, en Zacatecas, y el Museo Nacional del Virreinato en Tepotzotlán, Estado de México, en el que puedes encontrar cuatro interesantes trabajos con plumas: la Virgen de la Salud, el manto de Zinacantepec (vídeo), San Juan Bautista y el Cristo Pantocrátor (imagen), obra máxima de arte virreinal.
Fuentes y más información sobre plumas en el México prehispánico: