Pasó sin quererlo. Pero entendeme: hace casi dos años que no piso Argentina. De una forma u otra, tarde o temprano, queriéndolo o no, iba a pasar. Iba a perder mis costumbres argentinas.
Viajar es enfrentarse a lo nuevo pero es también dejar atrás. Y uno no siempre puede elegir con qué se queda y qué se va.
Estos dos años por Asia con Cecilia, mi compañera de viaje, son una gran patada de tablero que me pegó (y sigue pegando). Logró arrancarme muchas costumbres que creía inarrancables -supongo que “inarrancable” puede ser una palabra-. Al fin y al cabo, de eso se trata, de darse cuenta que nada está escrito sobre piedra. Ni siquiera nosotros mismos.