Hay muchos estigmas del pasado que aún nos persiguen y que nos han catalogado en estereotipos que no son reales. Claramente no todos los colombianos somos ni narcos ni drogadictos. Sin embargo, no podemos desconocer que otros estereotipos sí se ajustan bastante a la realidad.
No sabemos decir las cosas de frente.
Ser directos no es lo mejor que sabe hacer un colombiano, especialmente cuando debemos decir algo no tan positivo. No sólo somos bastante adornados en amabilidad y explicación cuando tenemos que expresar que algo no nos gusta o dar una mala noticia, sino que somos abundantes en excusas antes que decir que no.
Por ejemplo, decirle a alguien que su trabajo no está al nivel esperado o dar una noticia no tan agradable como un inminente despido, se convierte en todo un ritual previo de agradecimiento y grandes oportunidades para el futuro.
Un colombiano sentirá tanta culpa de decir “no quiero ir a tu fiesta” o “no me interesa comprar tu producto” que preferirá dar mil y una excusas hasta el último minuto. También aplazará de manera aparente, lo que en realidad es una decisión ya tomada: “Yo te confirmo”, “Yo te estoy avisando en estos días”. Por supuesto, eso nunca pasa.
Esto nos lleva a ofendernos y sorprendernos fácilmente cuando otros son demasiado directos al decirnos eso que no queremos escuchar. Pero al fin y al cabo, después de haber vivido en otros países, creo que es mejor una sola verdad dolorosa que una mentira interminable.