Photo: Galicia Sustentable

8 costumbres que delatan a los tapatíos fuera de Jalisco

Jalisco
by Dann Castillo 8 Apr 2020

1. Nuestro amor por los lonches

Para los tapatíos sólo hay una torta y es la ahogada. Todo lo demás que se meta en un pan califica como lonche. Aunque a veces es motivo de confusión para los oriundos de otros estados (muchos defeños me han preguntado si me refiero a la hora del “lunch” gringo), el uso de esta palabra es tan tapatía como el tejuino. Porque nuestras costumbres tapatías más arraigadas siempre tienen que ver con la comida.

 

2. La jericalla pa’l postre

La última vez que mi mamá fue a visitarme a la CDMX, fuimos a cenar unos obligados tacos al pastor a un restaurancito capitalino. Cuando el mesero vino a preguntarnos si queríamos algo de postre, mi madre, ni tarde ni perezosa, pidió una jericalla. Después de repetirle la orden tres veces sin que el buen hombre tuviera la menor idea de qué le estaban diciendo, mi mamá por fin se dio cuenta de que se le había salido lo provinciana. 

 

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Hay pocos restaurantes de comida mexicana en Jalisco que no ofrezcan este “crème brûlée” tapatío al final de cada comida. Pero pedirlo en otros estados es como hablar en chino. Al final, mi pobre madre terminó ordenando un flan que el mesero depositó en la mesa con un risueño “usted no es de aquí, ¿verdad, güerita?”.

 

3. Y hablando de güeritas…

No sé si sean esas dolientes pupilas que describía Jorge Negrete o la mezcolanza entre sangre francesa, española y mexicana que se coló a algunas regiones de Jalisco, pero lo cierto es que muchas veces mis raíces tapatías me delatan sin necesidad de abrir la boca. 

 

4. El acento cantadito

Mis amigos chilangos tuvieron unos cuantos problemas para definir mi melodioso acento tapatío. Mientras unos decían que mi forma de hablar tenía un ligero “cantadito fresa” al final o que parecía que hablaba con signos de exclamación, otros me dijeron que parecía que me iba a ahogar con cada oración —aunque creo que eso se debe más a mi asma que al gen jalisciense. Sea cual sea la razón, la mayoría de las personas son capaces de identificar a un tapatío en menos de dos oraciones.

 

5. El culto al birote

 

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Los oaxaqueños tienen su pan de yema y los chilangos las teleras, pero los tapatíos tenemos los birotes. No es poco común que nos refiramos a cualquier pieza de pan como birote, revelando así nuestra identidad en su máximo esplendor. Pero con esa deliciosa capa crujiente y ese sabor saladito, la verdad es que no se nos puede culpar por querer que todas las masas horneadas sean iguales a nuestro pan más típico. 

 

6. El “ira” y el “edá”

Aunque hay muchas palabras más halagüeñas en el vocabulario tapatío, lo cierto es que “ira” y “edá” son marca registrada de Jalisco. No hay forma más sencilla de identificar a un oriundo de Guadalajara que por su abreviación arbitraria de las palabras “mira” y “verdad”. 

¿Por qué se inició esta peculiar costumbre? Los datos son inconclusos, seguramente con todo el tiempo que los tapatíos se ahorran al no pronunciar las letras faltantes, se alcanzan a comer al menos un taco de barbacoa extra. 

 

7. La mochez

No estoy diciendo que me sienta particularmente orgullosa de esta característica tapatía, pero lo cierto es que ya una muy buena razón por la que en otros estados llaman a nuestra capital “Mochalajara”. 

 

8. La incapacidad (temporal) de navegar por el Metro chilango 

Al pertenecer a una ciudad con dos (bueno, dos y media) modestas líneas del tren ligero, movernos en una urbe con 12 rutas diferentes nos saca un poco de nuestra zona de confort. No hay nada que grite “foráneo” como el subirte a una estación y bajarte en la siguiente al darte cuenta de que tomaste la dirección equivocada o acercarte a la ventanilla a comprar un boleto porque no tienes la vieja y confiable tarjeta del Metro. 

 

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Puede que te tome unas cuantas metidas de pata aprender que debes de acercarte a la puerta al menos una estación antes de tu parada, pero la innata habilidad tapatía para navegar por sistemas de transporte caóticos pronto te ayudará a descifrar los movimientos internos de los trenes subterráneos chilangos.