Photo: Galicia Sustentable

¿Cuál fue la época de oro de Tenochtitlan y quién fue su artífice?

México
by Xiu 7 Jan 2020

Como todo imperio, el de los mexica también tuvo una época dorada en la que alcanzó la cúspide de su desarrollo y refinamiento, lo cual convirtió a su capital en una de las más prósperas del continente. En este artículo te cuento todo lo que tienes que saber sobre Ahuizotl y la época de oro de Tenochtitlan.

 

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A pesar de que las épocas doradas son producto de la perseverancia de los gobernantes con un compromiso ininterrumpido, mandato tras mandato, siempre hay uno que lleva más allá la visión de sus antecesores y queda en la memoria de sus súbditos como el que guió el imperio a su grandeza. En el caso de los mexica fue Ahuizotl, su octavo tlatoani.

 

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Si bien desde el gobierno de Acamapichtli (primer tlatoani mexica), a partir del año 1376 hasta el fin del gobierno de Tízoc (1481), Tenochtitlan buscó consolidarse como un altepetl (reino) respetable en el Valle de México, al amparo de la tradición cultural de sus aliados Tlacopan y Texcoco, fue a la muerte de este último tlatoani que el poderío mexica se incrementó con una política expansionista sin precedentes.

El autor de este ambicioso plan fue Ahuizotl, octavo tlatoani mexica, nieto de Moctezuma Ilhuicamina por parte de su madre, y de Itzcoatl por parte de su padre, y padre de Cuauhtémoc. Ahuizotl ha sido señalado como el autor de la muerte de Tízoc, su hermano y antecesor, quien no pudo lograr ninguna victoria representativa durante sus primeros años de gobierno.

Durante su mandato, la Excan-tlatoloyan expandió sus fronteras de tal forma que el imperio creció más del doble, los tributos que llegaban a Tenochtitlán se incrementaron al punto de que la vida en la capital comenzó a volverse lujosa. El comercio alcanzó su mayor auge y ello tuvo gran impacto en la infraestructura de Tenochtitlan.

Recordemos que los mexica fueron el último pueblo en haber llegado al Valle de México y no contaban con una tradición cultural, política o económica respetable. Así que se ganaron el respeto de sus vecinos con la habilidad de su ejército. Una vez que se independizaron del dominio tepaneca, y al no contar con instituciones sólidas, lo siguiente fue someter nuevos pueblos y reinos para obtener tributos y financiar su desarrollo, de lo cual se encargó Ahuizotl.

 

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Una vez controlados los territorios que anteriormente pertenecían a Azcapotzalco, la Excan-tlatoloyan -conformada por Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan- se repartió los tributos de sus antiguos amos, lo que representó un incremento en la riqueza de cada una de sus ciudades. Al mismo tiempo, los mexica incursionaron en la conquista de regiones cada vez más lejanas.

A pesar de que Tenochtitlan ya representaba en su diseño una hazaña para la ingeniería, no sólo de aquella época sino incluso de la nuestra, su mejor versión llegó con el reinado de Ahuizotl. Ante la expansión, el fortalecimiento militar y la constante entrada de tributos, el crecimiento de la ciudad tuvo que verse sostenido por la satisfacción de las necesidades de la población.

Al ser una sociedad relativamente nueva, requerían de un aumento acelerado de la población para incrementar las filas de sus ejércitos y poder colonizar nuevos sitios. Por ello, a través de su religión inculcaron a las mujeres mexica que debían tener el mayor número de hijos posibles, pues ello les traería honor. De hecho, en caso de morir durante el parto, serían consideradas como un guerrero que iría al paraíso del sol, el Tonatiuhichan.

Una de las primeras acciones que tomó Ahuízotl fue la de ampliar el Huey Teocalli o Templo Mayor. Si bien esta era la sexta modificación del templo, Ahuizotl ordenó la construcción de los llamados “templos rojos” a ambos lados y, al lado de ellos, dos adoratorios más, de los cuales uno fue decorado con 240 cráneos, lo que indica que Tenochtitlan comenzó a celebrar grandes victorias.

 

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Una construcción igual de representativa fue el Recinto de las águilas, destinado a la reunión del tlatoani con los cuauhpilli (guerreros águila). Al parecer, el tlatoani llevaba a cabo un ritual en el cual salía por la puerta que da al poniente –donde se encontraron los guerreros águila–, para seguir el camino del sol.

 

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El vestíbulo lo llevaba hacia la puerta que da al norte, donde están las figuras de Mictlantecuhtli, hacia el lugar de los muertos, el Mictlan. Así, el recorrido se hacía desde el rumbo por donde sale el sol hacia el rumbo donde sucede su ocaso. Esto es lo que nos deja ver uno de los dos accesos que muestra banquetas policromadas y representaciones de soldados en procesión.

Como recordarás de la leyenda de los soles, durante la creación del que nos alumbra, un águila se arrojó al fuego y, al salir, sus alas contaban ya con unas manchas negras en las puntas, señal de que se habían quemado un poco. Esta leyenda es una ilustración de la íntima relación entre el sol y el águila en la cosmovisión mexica. Por ello en este recinto se ilustra una vez más la lealtad de este animal con el astro rey.

 

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Los mexica tenían por dios tutelar a Huitzilopochtli, que es un representante del sol y es quien los guiaba en sus batallas, y los cuauhpilli son las águilas, que siguen el camino del sol día tras día.

 

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Esta construcción nos permite apreciar la importancia que Ahuízotl, quien había sido un notable militar, ahora le daba a sus soldados, honrándolos por su gran aporte al engrandecimiento del imperio. Pues si bien la sociedad mexica siempre se destacó por su ferocidad en batalla, no contaba su ejército con un reconocimiento social tan amplio, pues no se les construían templos ni se les dedicaban rituales especiales.

 

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Sin embargo, Ahuizotl conocía muy bien la tarea de un militar y durante su mandato priorizó el reconocimiento de su labor, construyendo recintos especiales donde pudieran discutir sus decisiones y, además, profesionalizarse, como ejemplo el templo de iniciación de los cuauhpilli, en Malinalco. Dicho templo fue otra construcción que se finalizó durante su reinado. El Cuauhcalli o Casa de las águilas es un templo de iniciación a 94 km de la Ciudad de México y la particularidad de este es que no fue construido, sino labrado, sobre la misma roca en una sola pieza.

 

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La entrada al templo tiene la forma de unas enormes fauces abiertas de serpiente, cuya lengua se extiende por el piso en el que eran iniciados los ocelopilli (guerreros jaguar) y los cuauhpilli (guerreros águila).

Sin embargo, la obra que muestra con mayor claridad el crecimiento de la población durante su reinado fue la construcción del aochpango (acueducto) de Coyoacán en el año 1500, 19 años antes de la llegada de Hernán Cortés. Esta obra reforzó el abastecimiento de agua a Tenochtitlan, que hasta entonces solo contaba con el aochpango de Chapultepec (foto 2).

“Por una calzada, dice, que a esta gran ciudad entran, vienen dos caños de argamasa, tan anchos como dos pasos cada uno, y tan altos casi como un estado, y por el uno de ellos viene un golpe de agua dulce muy buena, del gordor de un cuerpo de hombre, que va a dar al cuerpo de la ciudad, de la que se sirven y beben todos.”.

“Cartas de Relación” Hernán Cortés.

 

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Lamentablemente, durante la inauguración de este acueducto el agua se desbordó, inundando la ciudad un metro por encima de su nivel habitual, lo que condujo a Ahuizotl a golpearse la cabeza accidentalmente, suceso que terminó por causarle la muerte dos años después.

Así que si hay alguien a quien atribuirle la grandeza y la época de oro de Tenochtitlan es al gran tlatoani Ahuizotl, que de no haber muerto, quién sabe, tal vez habría sido quien gobernara a la llegada de Hernán Cortés y el asunto de la invasión habría sido muy diferente.