Photo: Jorge Nahual/Shutterstock

Estos son los más impactantes descubrimientos de la arqueología mexicana hasta el momento

México
by Xiu 16 Mar 2020

En 1939 se fundó el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Desde entonces, se han realizado miles de descubrimientos arqueológicos en México que han servido para que podamos entender cada vez mejor la historia prehispánica de nuestra tierra, lo que ha resultado en un interés mayor de los mexicanos en este eslabón de nuestro pasado. Hoy te voy a contar sobre los hallazgos más impresionantes de la arqueología en México, hasta la fecha. ¡Ojalá que sigan muchos más!

 

Piedra del sol

Un 17 de diciembre del año 1790, en el lado sur de la Plaza Mayor de la Ciudad de México y cuando se llevaban a cabo algunos trabajos de conducción de agua y empedrado, fue encontrada la Piedra del Sol, mal llamada “calendario azteca”.

Photo: Tomasz Otap/Shutterstock

Bertina Olmedo Vera, curadora e investigadora del Museo Nacional de Antropología, explica en su texto “Piedra del Sol” que en 1521 -después de la destrucción de Tenochtitlan-, los españoles retiraron el monolito del Templo Mayor y lo colocaron al poniente del Palacio Virreinal, boca arriba en la Plaza Mayor, que hoy es el Zócalo de la ciudad.

 

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Ahí permaneció por algunas décadas hasta que, en la segunda mitad del siglo XVI, Fray Alonso de Montúfar mandó voltearla y enterrarla, por considerarla obra del demonio. Allí permaneció hasta 1790, bajo tierra, a 40.8 centímetros de profundidad y a 66.8 metros de la segunda puerta del Palacio. Una vez desenterrada, fue colocada en la Catedral Metropolitana por orden del virrey Revillagigedo, para que se pudiera apreciar al menos ese rastro de la grandeza mexica.

Ahí se mantuvo por casi 100 años, hasta 1885, cuando fue trasladada a la Galería de Monolitos del Antiguo Museo Nacional, y en 1964 fue trasladada al Museo Nacional de Antropología, en el Bosque de Chapultepec.

Se desconoce donde la habrían colocado los mexica, aunque la arqueóloga Bertina Olmedo ha señalado que tal vez se encontraba empotrada sobre la parte superior de un templo. Esto tomando como referencia las imágenes detalladas en la escultura “Teocalli de la guerra sagrada” (foto). O tal vez haya estado colocada de forma horizontal frente al Templo Mayor.

 

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En sus grabados podemos ver una gran parte de la cosmovisión mexica, pues contiene los símbolos de su calendario, las eras cosmogónicas y la relación del sol con nuestro sistema solar. Está hecha de olivino de basalto y fue posiblemente labrada alrededor de 1512 por orden de Moctezuma Xocoyotzin. Pesa 24.5 toneladas y su diámetro es de 3.6 metros.

 

Tumba de Pakal

Un 15 de junio de 1852, en el interior del Templo de las Inscripciones, en Palenque, Chiapas, el arqueólogo Alberto Ruz Lhuillier descubrió el monumento funerario más importante de Mesoamérica: la tumba de Pakal, que se distingue por su maravillosa decoración, textos glíficos y una deslumbrante lápida que cubre su sarcófago, así como ricos objetos que fueron ofrendados y su fastuoso ajuar funerario.

 

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La tumba pertenece al gobernante maya K´inich Janaab´Pakal, quien murió en el año 683 d.C., y en su interior había más de tres mil piezas de jade.

 

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“La ofrenda comprende un tocado, una máscara, collares, pulseras, anillos, un pectoral y diversas figurillas. No se ha encontrado otra con la calidad y el número de piezas de la de Pakal, porque no solamente se hallaron los objetos de jade, sino también vasijas y dos cabezas modeladas en estuco, de las más fastuosas que se han descubierto”.

Fuente: Rogelio Rivero Chong, restaurador de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del INAH.

 

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De igual forma, el INAH ha afirmado que se trata de la ofrenda funeraria más importante del México prehispánico y, por supuesto, la más importante del mundo maya. Incluso ha sido comparada con las tumbas de los faraones de Egipto, pues al igual que las pirámides en aquel país, el templo fue concebido como una tumba.

 

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La tumba fue cerrada al público debido a los daños causados por los visitantes. Sin embargo, puedes apreciar una réplica exacta en el museo de sitio de Palenque y otra en el Museo Nacional de Antropología, en la Ciudad de México.

 

Monolito de Coyolxauhqui

Coyolxauhqui se traduce como “la que se ornamenta las mejillas con cascabeles”. Este monolito representa a la deidad lunar, hermana de Huitzilopochtli y desmembrada como castigo por tratar de asesinar a su propia madre. La leyenda dice que Coyolxauhqui era la deidad patrona del grupo huitznahua, uno de los que emigraron desde Aztlán.

 

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El monolito fue descubierto el 21 de febrero de 1978 en el Centro Histórico de la Ciudad de México, y hoy puedes verlo en el Museo del Templo Mayor. Su peso es de casi ocho toneladas y tiene 3.25 metros de diámetro. Está hecho de andesita rosa y fue hallado por casualidad, cuando algunos trabajadores de la Compañía de Luz y Fuerza trabajaban a más de dos metros de profundidad, entre las esquinas de las calles Guatemala y Argentina. Este hallazgo detonó el proyecto del Templo Mayor, encabezado por el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma.

La pieza, según un estudio publicado por la investigadora Lourdes Cué, cuenta con tres valores iconográficos muy importantes:

  • Los cascabeles de oro en las mejillas
  • Las porta orejeras
  • Las plumas en el cabello

Los caracoles que adornan sus tobilleras, así como las plumas de su cabeza son un emblema de los guerreros muertos en combate y representan un sacrificio asociado al sol. Esto lo podemos ver ilustrado en la leyenda donde Huitzilopochtli, dios solar que se enfrenta a Coyolxauhqui y la derrota.

 

Tumba de la reina roja

Hun K´Anleum, “Señora Uno Telaraña”, es el nombre de la importante mujer de la dinastía de Palenque, cuya tumba fue encontrada en el Templo XIII de Palenque de Chiapas, en abril de 1994, en medio de los conflictos del estado y el EZLN.

El Proyecto Especial Palenque estaba a cargo del arqueólogo Arnoldo González Cruz, mismo que dió inicio en el mes de marzo y, para abril del mismo año, fue encontrada la tumba en el Templo de la Calavera, con más de 700 piezas de jade en su interior.

Se le ha nombrado “reina roja” por la máscara funeraria de malaquita compuesta de 280 piezas de jade que portaba al ser descubierta y por el mineral cinabrio, con el que estaba cubierto el cuerpo. La reina roja, según los análisis, tenía una edad de entre 40 y 45 años al momento de su muerte y una estatura de 1.54 mts.

 

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Crédito: @inahmx

Para Fanny López Jiménez, arqueóloga por las ENAH e Investigadora del Programa de Investigaciones Multidisciplinarias de Mesoamérica y el Sureste, Hun K´Anleum no era ni esposa ni madre de Pakal, sino esposa del gobernante de Palenque llamado Kan-Xul, capturado en el 730 d.C. en Toniná. Cuando él murió, ella quedó a cargo del trono, por lo que no hay rastro de que haya estado emparentada con Pakal. Más bien se cree que fue enterrada de manera improvisada como un homenaje a su esposo y no como una gobernante (“Lengua y Cultura Mayas”, Lorenzo Ochoa y Patricia Martel).

 

Monolito de Tlaltecuhtli

Fue un 2 de octubre del año 2006 cuando, entre las calles de República de Argentina y Guatemala, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, surgió de la tierra el monolito de Tlaltecuhtli. En él puede apreciarse el ciclo de la vida y de la muerte: la tierra devorando cadáveres.

 

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Al igual que otros grandes descubrimientos arqueológicos en México, esta pieza fue confinada a la sepultura una vez caída Tenochtitlan. Sin embargo, el trabajo de los especialistas del Programa de Arqueología Urbana del INAH hizo posible el hallazgo de este monolito de 4.17 por 3.62 metros, y 12 toneladas de peso.

Cipactli, como recordarás, es el nombre del monstruo con el que Tezcatlipoca y Quetzalcóatl tuvieron que luchar para crear nuestro mundo. Sin embargo, cuando Cipactli es derrotado y partido por la mitad para formar el cielo y la tierra, la parte que corresponde a la tierra recibe el nombre de Tlaltecuhtli.

“Una parte sirvió para formar el firmamento, la otra para hacer la tierra. Posteriormente los dioses hicieron con las partes de su cuerpo todas las cosas de vida: su pelo se convirtió en árboles, flores y hierbas; su piel, en los prados; sus incontables ojos, en pozos de agua; sus bocas, en grandes ríos y profundas cuevas; y sus narices en montañas.

Tlaltecuhtli a través de su muerte y resurrección, se convierte así en el símbolo de la renovación constante mediante el sacrificio…la diosa de la tierra que sostiene la creación a través de su propio sacrificio, explica el devenir del cosmos y del tiempo ya que es el principio que promueve las múltiples creaciones del mundo”.

Fuente: “El origen mítico de las ciudades: la iconografía de la creación”, Diana Magaloni.

 

El monolito (¿de Tláloc?) de Coatlinchán

La historia comienza a 33 kilómetros de la Ciudad de México, en el pueblo llamado San Miguel de Coatlinchan (la casa de las serpientes). Allí, en 1889, el paisajista José María Velasco realizó una pintura de este monolito, el cual aseguró que representaba a Chalchiuhtlicue (“la que tienen una falda de jade”), la diosa de las aguas. Posteriormente, en 1903, el arqueólogo Leopoldo Batres aseguró que realmente se trataba de Tláloc (licor de la tierra) que es señor de la lluvia. En 1958, el también arqueólogo Jorge Acosta -ante la duda-, solo señaló que se trataba de un monolito.

 

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Fue en el año 1964 cuando se decidió llevarlo al Museo Nacional de Antropología. Con sus siete metros de alto y sus 167 toneladas de peso es, hasta la fecha, el monolito más grande del continente en ser trasladado.

Si te interesa continuar leyendo sobre descubrimientos arqueológicos en México, aquí te dejo otro artículo con hallazgos de la arqueología mexicana realizados durante los años 2018 y 2019

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