1. Raspamonedas.
Ah, si hubiéramos conocido esta palabra hace unos años, en el momento álgido de la crisis y los escándalos económicos. Este insulto era habitual en la Edad Media, cuando los cambistas solían limar un poco el canto de las monedas y acababan juntando unos cuantos kilos de oro o plata. Llamar raspamonedas a alguien es decir que es un ladrón. De guante blanco, eso sí.