Todo el mundo ha sido tomado por el coronavirus. ¿Todo? ¡No! Hay algunos países e islas —normalmente coincide— cuya localización remota se ha convertido en una gran ventaja y han llegado a finales de abril sin registrar ni un solo caso.
¿Será posible mantener el distanciamiento social en un avión?
"34. Son los creativos más cabrones de América Latina. Le meten chilaquiles a una torta y juntan birria con ramen para llamarla birriamen."
En esta pausa colectiva del mundo, podemos descubrir formas distintas de viajar. Viajar con películas o con libros o engancharnos, ahora que quizá tengamos más tiempo, a una serie que nos traslade a otros lugares (y tiempos).
Esto no es para decirle a nadie cómo vivir su vida, sino para compartir las enseñanzas que la ruta me ha dado, esperando que a alguien le sirvan para mirar la vida como si fuera un viaje: libre, aunque se esté estático.
Si tomamos en cuenta la tremenda importancia que los viajeros le otorgamos al pasaporte, llega a ser cómico el hecho de que, hasta hace poco más de 100 años, este ni siquiera existiera.
Estamos en un muy buen momento para pensar y reflexionar sobre cómo viajábamos... y si lo haremos igual en el futuro.
Cuando viajas de esta manera sola, como mujer, te das cuenta de que muchos de los miedos que tenías son nada más que prejuicios. En la mayoría de los casos, la gente está mucho más dispuesta a ayudarte que a hacerte mal.
Viajar en tren es lo contrario a todo lo que llevamos años aprendiendo. No optimizamos, cómo va a ser progreso llegar despacio, perder la mirada en paisajes en movimiento, dejar que el día pase desestructurado mientras el traqueteo nos adormece. Y, sin embargo, a veces suspiramos por ese tiempo de nada para nosotros mismos.
Extrañar el olor de unas tortillas recién hechas, la sopa de verduras que prepara tu mamá o la oportunidad de echarte unos taquitos a altas horas de la noche podría parecer una necedad, pero es una necedad tan recurrente que lleva nombre y apellido. ¿Conoces el Síndrome del Jamaicón?
No fue hasta que empecé a viajar cada vez más lejos de mis fronteras determinadas que me fui dando cuenta de lo diferente de mi pasaporte venezolano a uno chileno, por ejemplo, o lo mucho que cambiaba la percepción de mi piel morena de acuerdo a los lugares donde me encontraba.
¿Puede un hobby convertirse en tu profesión? Este es un caso en el que sí.