“Te das cuenta de que por más blanca que sea la arena, igual se te mete en el culo, o de que incluso en el paraíso hay mosquitos”. ¿Pro o contra?
Un gaditano no se llena de comida. Se "engollipa".
Cruzar la calle tranquilamente: aunque el semáforo de peatones esté en verde, no haya ni un coche a 50m vista y estés ante un apocalipsis a lo Walking Dead, mira la carretera tres veces, reza un padre nuestro y corre para cruzar la calle sin que te griten o te toquen el claxon.
En las mesas de La Catedral del Pulque hay bicarbonato: sirve para evitar que el pulque se siga fermentando en tu panza, ¡así no te inflamas y comes más!
Hay muchos países que tienen ferias, pero las ferias mexicanas tienen un “no sé qué, que qué sé yo” que las vuelven una pieza más del surrealismo mexicano.
#1: La obsesión por verificar cómo amaneció nuestro querido volcansito El Popo.
Que te digan “haz una paella”.
Un porteño no te cuenta un cuento para “zafar” de una responsabilidad previamente asumida. Te chamuya. Generalmente empezando con “se me complicó”.
Aquí la comida nunca es aburrida: ¡es colorida y deliciosa! Así que no tendrás que batallar para que se coman todo lo que hay en sus platos...
El Fuego Nuevo, en Tenochtitlán, se trataba de un ritual metafórico de cierre e inicio de ciclo, en donde podía terminar tanto la vida como el mundo.