El humor venezolano es más exagerado que caída de futbolista, nos encantan los chinazos y le hacemos chalequeo a los infortunios (tanto propios como ajenos)
Cuando me fui de viaje por primera vez, mi abuela me agarró la cara con las dos manos y con seriedad de misión nuclear me ordenó: "Laura, comé con los ojos".
La bienvenida que te dan tus amigos y familia es el anuncio del comienzo de tus excesos... que te llevarán a subir de peso, claro.
La preocupación por mantener vivas las tradiciones indígenas de México ha sido la razón principal del nacimiento de estas marcas innovadoras.
Los charros comemos “chochos típicos”... pero ¡no seas malpensado!
No importa si vienes del campo o de la ciudad: seguramente has ido al Cujizal a comer cepillados. Y sabes que uno solo nunca es suficiente…
En Dharma Momos, un pequeñísimo puesto en la Condesa, puedes disfrutar “momos” tibetanos para comer y “lassis” para beber.
"El aliento a ajo. Puede parecer un tanto desagradable, pero ese aliento que se te queda tras untar el pan el “allioli” y llenarlo de embutido es mágico, y lo sabes".
Era más grande que la Roma imperial.
Añoras el agachadito con cédula. Y puedes martillar, desarmar, destripar, y chupar cangrejo sin salpicar ni una gotita.
Son muchas las personas que van por ahí llenas de optimismo, inventando proyectos y haciéndolos posibles en esta capital que está llena de contrastes…
"Sonreír orgulloso cada vez que ponen una peli de Antonio Banderas en la tele o el cine. ¡Mira, ese es paisano mío!"