Hay por ahí o bien una foto tuya con la cara pintada con corcho quemado para hacer de esclavo en una obra, o bien una con un sombrero de granadero hecho de cartulina.
“Se moderado y austero. Verifica que los demás coman primero; entonces toma agua y lava sus manos y sus bocas. Que, no por ser noble, perderás tu nobleza ni caerán los jades, las turquesas de tus manos llenas”.
La imagen que nos viene a la cabeza al pensar en la palabra meapilas es bastante turbadora, pero no se refiere a las pilas de energía, sino a las pilas bautismales de las iglesias (la turbación sigue ahí, para qué negarlo).
Sabes perfectamente quién es Pedrito Coco. Se te ha “borrado el cassette”... y a veces te sucede que el chuchaqui moral es tan desastroso como el físico.
“¿Por qué hay gente blanca en Chile?”, “¿Le temes a los terremotos?”, “¿Qué opinas de Pinochet?”, “¿Hablas chileno?”... Si, hablo chileno, weón.
1. Untar hierbas amargas en la boca de los niños berrinchudos a fin de que dejaran el feo hábito de llorar por todo y sin razón alguna.
Salías por los antros subterráneos del Miradero (que, por cierto, te flipaban) y hacías cola para coger ordenador en la Biblioteca del Alcázar.
1. Un salvadoreño no piensa. La cranea. 2. Un salvadoreño no va a comer. Va a bajoniar. 3. Un salvadoreño no la pasa muy bien. La pasa chivo...
Dominamos el arte de pedir yapa. Donde estemos, buscamos el equivalente a “los agachaditos” o “las huecas”. Y le sacamos los diablos a la botella de licor.