Sigo comiendo tacos en "rapiditas", pero los chicharrones ni siquiera existen. Un día voy a escribir un melancólico tango dedicado a los chicharrones...
Tú no vas a un lugar para interactuar con los locales... No sea que la hospitalidad madrileña, entre cocidos, rosquillas y vinos te tiente a quedarte.
3. No te importa el qué dirán. Nadie te va a dar cuero en la calle por cómo vas vestido ni por “qué gorda estás”. Sencillamente la gente no te ve pasar.
Vivir en la zona antigua es muy pintoresco… hasta que te das cuenta de que las campanas de todas las iglesias a tu alrededor suenan cada quince minutos.
Soportas estoicamente que la nacionalidad que corre por tus venas no coincida con la que indica tu pasaporte. Y que en el extranjero, ¡te llamen “gallego”!
¿Qué plato colombiano lleva pollo, trozos de cerdo y además, tocino?
Con el tono más molesto que puedas manejar, reite y decime: "comés la comida de mi comida". Luego de esta frase, entrás directo a mi lista de ex-amigos.