Cruzar la calle tranquilamente: aunque el semáforo de peatones esté en verde, no haya ni un coche a 50m vista y estés ante un apocalipsis a lo Walking Dead, mira la carretera tres veces, reza un padre nuestro y corre para cruzar la calle sin que te griten o te toquen el claxon.
Hay muchos países que tienen ferias, pero las ferias mexicanas tienen un “no sé qué, que qué sé yo” que las vuelven una pieza más del surrealismo mexicano.
#1: La obsesión por verificar cómo amaneció nuestro querido volcansito El Popo.
Que te digan “haz una paella”.
Un porteño no te cuenta un cuento para “zafar” de una responsabilidad previamente asumida. Te chamuya. Generalmente empezando con “se me complicó”.
Aquí la comida nunca es aburrida: ¡es colorida y deliciosa! Así que no tendrás que batallar para que se coman todo lo que hay en sus platos...
Te sabrás el "Asturias, patria querida" y lo cantarás con tus amigos, intentando extenderlo a gente de otros sitios para que el resto del mundo cante a la tierrina.
El hondureño no señala con el dedo. Frunce los labios en dirección al objeto y dice “Ahí ve”. Para un hondureño este post no está bueno... está pijudo.
Repite una y otra vez: "Málaga es el paraíso", "Málaga es el paraíso", "Málaga es el paraíso" y luego cuéntaselo a todo el mundo.
Que te limpien el parabrisas y sólo tengas monedas de a dólar. ¡O que te toque pagar el bus con un billete de 20 dólares!