El humor venezolano es más exagerado que caída de futbolista, nos encantan los chinazos y le hacemos chalequeo a los infortunios (tanto propios como ajenos)
No importa si vienes del campo o de la ciudad: seguramente has ido al Cujizal a comer cepillados. Y sabes que uno solo nunca es suficiente…
"El aliento a ajo. Puede parecer un tanto desagradable, pero ese aliento que se te queda tras untar el pan el “allioli” y llenarlo de embutido es mágico, y lo sabes".
Era más grande que la Roma imperial.
Añoras el agachadito con cédula. Y puedes martillar, desarmar, destripar, y chupar cangrejo sin salpicar ni una gotita.
Son muchas las personas que van por ahí llenas de optimismo, inventando proyectos y haciéndolos posibles en esta capital que está llena de contrastes…
"Sonreír orgulloso cada vez que ponen una peli de Antonio Banderas en la tele o el cine. ¡Mira, ese es paisano mío!"
Me acostumbré a que no todos los héroes usan máscaras...
¡Nos aterra que den las cinco un domingo y no hayamos alcanzado a comprar unas chevas! Y también, tememos que se rompa el brazo de la hamaca =P
El Diablo sabe más por ecuatoriano que por Diablo. Y es que en Ecuador hemos tatuado su cara en la roca, bajado hasta su caldera y hasta lo hemos engañado.
El chifle o arroz con todo pasó a ser pan o papas con todo... Y ya no aprovecho la hora del almuerzo para “hacer cosas”.