3. No te importa el qué dirán. Nadie te va a dar cuero en la calle por cómo vas vestido ni por “qué gorda estás”. Sencillamente la gente no te ve pasar.
Vivir en la zona antigua es muy pintoresco… hasta que te das cuenta de que las campanas de todas las iglesias a tu alrededor suenan cada quince minutos.
Soportas estoicamente que la nacionalidad que corre por tus venas no coincida con la que indica tu pasaporte. Y que en el extranjero, ¡te llamen “gallego”!
¿Qué plato colombiano lleva pollo, trozos de cerdo y además, tocino?
Con el tono más molesto que puedas manejar, reite y decime: "comés la comida de mi comida". Luego de esta frase, entrás directo a mi lista de ex-amigos.
Conoce a algunos de los "responsables" de que los muros de Quito estén ganando en colores y mensajes.
Para experimentar lo auténtico de la salsa, siendo parte de maratones de baile en calles rebozando de ritmo, hay que ir a Colombia.
Un venezolano no está en quiebra o sin dinero, está "comiéndose un cable". Y no pide un poco más, pide "la ñapa".